traición
Del lat. traditio, -ōnis.
1. f. Falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener.
2. f. Der. Delito cometido por civil o militar que atenta contra la seguridad de la patria.
alta traición
1. f. traición cometida contra la soberanía o contra el honor, la seguridad y la independencia del Estado.
a traición
1. loc. adv. Alevosamente, faltando a la lealtad o confianza.
Para arrancar con esta entrada, que me viene dando vueltas en la mente hace días pero no logro acabar de pillar, ayer les pregunté a mi hijo y a su novia qué era lo primero que les venía a la mente al escuchar la palabra «traición». Él dijo primero «Bruto y Julio César» (y yo comenté que lo interesante en ese par sería ver quién traicionó a quién) y luego complementó nombrando a Figo y a Ronaldo, futbolistas que abandonaron el Barça para irse al Real Madrid. Yare, por su parte, se refirió a una amiga con la cual había hecho el plan de estudiar en Cuernavaca y la cual, finalmente, se regresó a su Acapulco natal, porque no le gustó la carrera que habían elegido. (Lo que más me llamó la atención de su relato es que siguen siendo amigas.)
Para mí, en estos días, lo primero que se me viene a la mente cuando pienso en esa palabra es Oporto (sí, la ciudad portuguesa). O más bien, fue al revés: Cuando supe de Oporto, donde yo no estuve (pero estuviste tú, sin mí), lo que se me vino a la mente fue la palabra «traición». Y entonces la busqué en el diccionario para ver si se me aclaraba un poco eso que estaba sintiendo, ese «sentirme traicionada» . Por descontado está que nada tiene que ver con soberanías, militares o la patria (con quienes trato de no mezclarme), pero me queda más o menos claro que el quebranto de la fidelidad o la lealtad se acercan a explicar lo que a mí me sigue doliendo (después de años, por dios...).
La verdad es que con eso de la fidelidad y la lealtad la RAE no se aclara mucho. Acaba mezclando fe con perros y caballos (y yo haciendo un resumen muy a mi modo).
Así, dándole vueltas al asunto, llegué hace un par de días a mi clase de biodanza y en uno de los ejercicios, creo que cuando hicimos un círculo donde rítmicamente fuimos llevando primero una mano y luego la otra al corazón de las compañeras que teníamos a nuestros lados, se me escurrieron las lágrimas, despacito y suave, y me di cuenta de que mi sensación de traición tenía que ver con una herida antiquísima de desconfianza básica. Es decir, el dolor que persiste tiene que ver con el hecho de haber confiado (haber depositado en alguien, sin más seguridad que la buena fe y la opinión que de él se tiene, la hacienda, el secreto o cualquier otra cosa, como el amor, por ejemplo [aquí la RAE y yo al alimón]) y haberse quebrantado esa confianza o, más precisamente, esa capacidad para confiar.
Entonces se me ocurrió buscar en el diccionario el verbo «traicionar» y en su segunda acepción, el asunto se me acabó de aclarar: 2. tr. Fallar a alguien, abandonarlo. Sí, así me he sentido, abandonada, sin haber recibido la respuesta que esperaba. Pero, en última instancia, el problema, el patrón de conducta, es mío (y de mi ego), no de quien (me) pudo haber abandonado, fallado o traicionado. O así tendría que ser porque entonces estaría en mí acabar de curar la mentada herida y no en nadie más. Asumir esa responsabilidad es, además, un paso indispensable para poder llegar a perdonar de verdad, sobre todo a mí misma.
Y se me viene a la mente una cita de Cormac McCarthy, que alguna vez usé
como epígrafe para un cuento:
Toda valentía es una forma de constancia. Es siempre a sí mismo a
quien un cobarde abandona primero. Después de esto, vienen todas las demás
traiciones.
El meollo del asunto está, pues, en tener la lucidez suficiente para no traicionarnos a nosotros mismos, aun si alguien externo parece haberlo hecho.
Y ahí es justo donde engancha esta cuestión con el asunto del perdón,
que se queda para una próxima entrada.