Este año, el aniversario de tu muerte me agarra del otro lado del Atlántico. En Madrid. Y te recuerdo. Y te agradezco. Como cada año. Hoy con estas flores que en pleno invierno, o casi, adornan las inmediaciones de la Torre Picasso:
Y te cuento que hoy puedo estar acá porque «el nido» que nos regalaste a mi hijo y a mí hace 14 años se ha quedado lleno: con él, con su novia, con el hermano de su novia, con el joven profe que me sustituye en la escuela, con la Ñaña y con la Khandro y con la calidez, el amor y la confianza que allí hemos ido depositando durante estos años. Lamento que, en vida tuya, nuestro cariño se resquebrajara, pero está segura de que tu generosidad y tu visión han sido fundamento esencial para nuestra vida. Para mi vida hoy en Madrid, con la conciencia de esas raíces plantadas en La Arboleda.
Gracias, Mausy. Como siempre, gracias.
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