son de alguien, de la persona (o institución o lo que sea) en cuyo honor se han nombrado.
O sea, cuando te dan la dirección de algún sitio, o la buscas en internet, suele aparecer la preposición de. Y eso seguro cuando te detienes a mirar alguna esquina para averiguar el nombre de la calle por donde estás transitando. Y no es que esto implique una gran diferencia con la manera en que se nombran las calles en mi tierra, donde no se usa el de, pero da un sentido de pertenencia, de honor a quien honor merece, que a mí me gusta. Sobre todo cuando se trata de algún personaje a quien se le reconoce, además, la vocación, como es este caso:
También me he enterado que a esta calle (antes del General Haya, un aviador del bando nacional durante la guerra civil), como a varias otras y siguiendo los lineamientos de la Ley de Memoria Histórica, se les ha cambiado al nombre para acabar con los vestigios franquistas, recuperando sus nombres originales.
Esto daría para una reflexión mucho más larga sobre lo que implican los nombres (las etiquetas) y sobre el dolor que persiste en las cicatrices (o en las heridas que no acaban de cerrar).
Pero ya lo dejaremos para otro día.
Pero ya lo dejaremos para otro día.
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