martes, 5 de noviembre de 2019

paréntesis


Hoy suspendemos el discurso madrileño por un momento, para reflexionar sobre algo ligado a Cuernavaca. 

Resulta que el domingo 6 de octubre salí de paseo con mi amiga Evelyn. Fuimos al centro de Cuerna y me ayudó con las últimas compras, de regalos y de ropa y de unos aretes y de un cuaderno, antes del viaje. Cuando íbamos de vuelta al coche, nos encontramos con esta imagen pegada sobre una caja metálica adosada a una pared callejera. Le pedí a Evelyn que se detuviera para que yo pudiera sacar la foto y, además, me ayudó sosteniendo con sus deditos una de las esquinas que ya se había empezar a desprender:



Al día siguiente, subí la foto a mi feisbuc con la leyenda: "hallazgo ayer en el centro de Cuernavaca". Vi que a algunas amigas les había gustado, que algunas habían hecho algún comentario, y fin del asunto.

Y entonces me vine a Madrid y me conecté a mi compu y empecé a notar que, en el feisbuc, había un sinfín de notificaciones sobre gente que había reaccionado a esta foto, la había comentado o la había compartido. Eran más de mil. Algo que en mi vida me había pasado. ¿Sería esto la tan mentada viralización?

Mi primera reacción fue de sorpresa mezclada con susto. ¿Qué había hecho yo para que esto sucediera? Pues nada, compartir una foto. Y entonces empecé a ver que la mayoría de las interacciones con la imagen eran, por supuesto, de personas que yo no conocía, ni de nombre, vamos. Se había hecho una red, cuyo origen no podía yo determinar (ni falta que hacía en realidad).

Después empecé a leer algunos de los comentarios y, entonces, mi reacción fue de horror. 

Un montón de personas desconocidas eran capaces de decir unas cosas espeluznantes, más allá de lo misógino, y enraizadas en una ignorancia profunda. Por fortuna, luego vi que los autores de estos comentarios no eran, ni de lejos, mis amigos. Pensé también que tendría yo que decir algo y, casi de inmediato, me di cuenta de que eso no tenía ningún sentido. La red estaba viva y había, también, gente que había entendido el sentido de la foto. Me pasó por la mente quitar la publicación, pero también desistí pronto. Y dejé que el asunto fluyera. (Lo comenté con mi hijo por teléfono,quien también se mostró sorprendido, y nada más.)

Hoy, a casi un mes de haberla colgado, esta foto tiene 1,800 reacciones (y aún se le van sumando más). De estas, ha recogido 1,200 "me encanta" (lo cual es esperanzador, me parece) y de estos, solo 14 corresponden a amigos y amigas míos; 421 "me gusta", de los cuales 8 los dieron amigos; 179 "me divierte" (que me resultan los más perturbadores), entre los cuales no hay amigos; 6 "me asombra" (uno de una amiga); 3 "me enoja" de 3 mujeres desconocidas, y 2 "me entristece" de otras 2 mujeres desconocidas.

Además, cuenta con 325 comentarios (de los cuales leí poquísimos) y se ha compartido 9,600 veces (lo cual, me imagino, ya se va acercando a una viralización, discreta, pero en forma). Y visto así, en cifras, parece que lo que a mí me llevó a hacerle una foto al cartelito, sí que se se difundió a través de la red, con todo y los detractores.

En fin, un fenómeno sorprendente que me ha dado una probadita de lo que sucede en internet más allá de nuestro control y de la responsabilidad que subir cosas a la red implica.

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