viernes, 22 de noviembre de 2019
Pensando en mi ma
porque hoy cumpliría 85 años.
Si pudiera, le contaría que hoy salí a la calle con la intención de encontrar alguna flor para fotografiar y ponérsela de regalo. Pero me encontré con lo que, yo creo, ha sido el peor clima que me ha tocado en Madrid, desde que llegué hace un mes y un día. Muy desapacible, como dice Ana. Y flores, ninguna.
Llovía. Y salí sin paraguas, porque no me gustan los paraguas y, hasta hoy, la lluvia había sido muy fina. Pero después de caminar poco más de una cuadra, ya empezaba a sentir cómo se iba empapando el gorro y la chamarra, también. Entonces decidí volver a casa y cambiarme de gorro, tomar la chupa morada de Ana y un paraguas.
Así, me volví a lanzar. Mucho mejor. Como tenía ganas de un café, me aventuré a la Cafetería Espasa. Entré, me senté en la barra y pedí un café con leche. Pasados un par de minutos, me di cuenta de que solo había hombres, que se conocían, y que yo no pintaba nada ahí. Un habitual, supongo, entró y el que parecía el dueño le preguntó si llovía. El habitual contestó que no. Pero lloverá, añadió. Yo, que había dejado el paraguas bastante mojado en el piso, me quedé pensando qué querría decir con aquello de que no llovía y que llovería después.
Como llevaba mi kindle, lo saqué buscando refugio, pero la batería se había agotado. Entonces, me seguí tomando el café, que estaba buenísimo eso sí, y debatiéndome entre si pedirme un cruasán para acompañarlo o no. Al final, solo pregunté cuánto debía, pagué y me fui con la resolución de no volver.
De ahí me fui a la farmacia, donde no encontré lo que buscaba, pero me prometieron conseguirlo para esta tarde. Y entonces me pasé al Supercor y me tomé mi tiempo, intentando seguirme familiarizando con el espacio, los productos, la gente. Lo más difícil es la caja. Todo el mundo va tan rápido que cuando estás acabando de pagar, ya le están marcando los productos al siguiente cliente y sus cosas empiezan a mezclarse con las tuyas antes de que hayas podido meterlas en una bolsa.
Pero sobreviví. Y volví a casa un poco más entonada que de mañana, aunque, en el más puro estilo romántico, el cielo gris y la lluvia eran un poco reflejo de mi ánimo.
Y, bueno, como no le puedo contar a mi ma todo esto, ni tampoco que estoy viviendo en Madrid, ni que Ana me ha hospedado en su casa, ni que el proceso de adaptación de pronto es complicado y amanezco con migraña, pues le dejo esta foto muy otoñal de hojas y lluvia en el suelo madrileño, junto con un beso y un abrazo llenos de añoranza, pero también de aceptación, de que las cosas fueron como fueron y, con todo y todo, hay cariño que también sobrevive a los cielos grises y la lluvia:
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Me llevaste al café y a tu recorrido hoy, gracias, te dejo un abrazo para calentar el ❤️
ResponderBorrarGracias por tu compañía, amiga. A la distancia se aprecia aún más. A mi corazón le viene muy bien el abrazo. Va uno de vuelta <3
BorrarAdela, espero que hoy sea un día menos nostálgico.
ResponderBorrarCómo son las cosas! Yo de vuelta en mi país, en medio de agitación y cambios.
Un cambio brusco del otoño de la nostalgia de Roma y mi juventud, de bruces a la primavera de CHile, que si todo funciona, nos dará una Nueva Constitución.
Fuerza y coraje, querida Adela, vendrá la primavera...no cabe duda.
Un abrazo fuerte
Sí, Ligia, incluso Madrid amaneció mucho más soleado. Fuerza y coraje para ti y tu país, también. Y que venga pronto la Nueva Constitución. Llegará la primavera y se irá otra vez. Así es la vida. Por cierto, ¿qué ha sido de Antonia? La extraño... Te mando un abrazo grande de vuelta hasta Chile.
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