A cuatro días de que termine la exposición de dibujos de Goya, Solo la voluntad me sobra, con que el Museo del Prado conmemoró sus 200 años de vida a finales del año pasado, mi amiga italiana de Madrid, Matilde, me invitó a verla y me hizo, así un regalo enorme. (Gracias.)
la esposa del pintor (encontrada en internet, por supuesto)) |
Mientras recorríamos las salas, de manera bastante errática para esquivar a los cientos de personas que habían tenido la misma idea que nosotras, le conté cómo juego conmigo misma cuando voy a una exposición de arte: Mientras voy viendo las obras, pienso cuál sería la que, de tener la oportunidad, me llevaría a mi casa.Y Matilde tácitamente lo jugó conmigo, aunque cambió de parecer un par de veces, lo cual, por supuesto, se vale en este juego. Yo, sin embargo, supe cuál era la pieza elegida cuando vi el retrato que el pintor hizo de su mujer, Josefa Bayeu, Pepa, cuando ella tenía cincuenta y bastantes años. En el recorrido zigzagueante, tres veces me detuve ante el dibujo. La mujer que Goya retrata es preciosa, a esa edad cuando se nos dice que ya no podemos ser preciosas, y tiene una mirada ―con ojos que no nos miran, pues está de perfil―, de una calma y una suavidad totales. Además, me pareció que del dibujo emana también el amor, como quiera que haya sido, que el pintor le profesó: Nos permite verla como él la vio.
Y entonces me acordé de la época en que yo fui "la esposa del pintor". Recordé algunos momentos luminosos en ese papel. Recordé al pintor que fue mi esposo y recordé alguno de sus cuadros viendo a Goya y recordé también cómo me enseñó a ver la pintura desde otra perspectiva, la de su pasión. Seguramente habría disfrutado esta exposición.
Y sí, a mí también me retrataron, aunque no conservo ninguna de esas obras, pero sí algún otro recuerdo más amargo que dulce, que se quedará para otra ocasión.
Mientras tanto, la distancia y el mar y Madrid me siguen ayudando a entreverar memorias, alegrías, cicatrices, experiencias presentes, en este viaje, tan inesperado como bienvenido, de reconcialiación hacia adentro y hacia afuera.
Bienvenida siempre la reconciliación como sea que la vida nos ayude a encontrarla. Abrazos
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