Del lat. caelum.
1. m. Esfera aparente azul y diáfana que rodea la Tierra.
O sea que el cielo en realidad parece y no es.
Está, pero solo en nuestros ojos. En nuestra mirada.
O quizá, más bien, en nuestro anhelo.
En su parecer, el cielo puede ser la marca de los lugares.
Es un azul cambiante y distintivo. Inconfundible. Como el de Madrid.
Profundo.
Brillante.
Y, claro, lo que lo distingue del de Barcelona, por ejemplo, es difícil de poner en palabras.
Del cielo de Madrid me enamoré. (Con todo y que los madrileños se quejaban de la contaminación.)
El de Barcelona lo empiezo a conocer, como si fuera la primera vez.
Me provoca nostalgia. De otros cielos. De otras vidas. De esferas aparentes y azules.
Diáfanas. Desaparecidas.
Hace unas noches, me fui con Joana y otras amigas a un concierto en el Café Palau.
Y me encontré con este trozo de cielo barcelonés, atardeciendo:
Un abrazo amiga, sigue disfrutando!!
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