miércoles, 12 de agosto de 2020

veinticuatro


Hoy es tu cumpleaños, changuito, y por segunda vez en la historia lo pasamos separados. Hace 5 años tú estabas de este lado del mundo y yo te celebraba desde México. Ahora te celebro desde Barcelona mientras tú estás al cargo, junto con Yare, de nuestra casa en Cuernavaca.

En el plan original, yo habría vuelto ya a México y hoy probablemente nos echaríamos una función doble de cine y unas cervezas con pizzas, por ejemplo, como festejo cumpleañero, con Yare, claro. Quizá haríamos una reunión con tus (nuestros) amigos de la secundaria y jugaríamos Continental o Dixit. O tal vez se te habría ocurrido alguna otra manera de celebrarte. 

Pero hoy será un cumpleaños extraño porque 2020 está siendo un año extraño, de pandemia, de incertidumbre, de cambios imprevistos. Todo se transforma y poco es como lo habíamos imaginado, pero algo constante es el amor que te tengo. Diferente a la distancia, sí. Mezclado con extrañamiento y también con la satisfacción de sentirte cada vez más con las riendas de la vida en tu mano, fluyendo y adaptándote según las circunstancias. Cuidándote y cuidando nuestro espacio compartido, a nuestra gata, mis violetas y las demás plantas que ahora ustedes han sembrado. Con altas y bajas, que no es para menos en estos tiempos, y acompañándonos por sobre el Atlántico como mejor se puede.


Gracias, Santo, por tu compañía, tu serenidad, tu confianza, tu cariño.


Te deseo un cumpleaños feliz, y un año feliz y una vida feliz, con la fuerza y la flexibilidad necesarias para afrontar los tiempos difíciles y la apertura para disfrutar lo disfrutable.

Te quiero.
Todo.
Y te mando un pedacito de Barcelona con un beso enorme:





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