miércoles, 24 de noviembre de 2021

Día de mi tía Olga

Hoy es el cumpleaños de mi tía Olga y ya se me está acabando el día. Hace muchísimos años, cuando yo era niña, le hice un regalo para celebrarla un día como este (supongo, aunque también pudo haber sido para navidad). El caso es que empecé a escribir un cuento y le obsequié el planteamiento: manuscrito, con una ilustración (dibujada también por mí), enrollado y atado con un lacito. (No recuerdo por qué no lo terminé, quizá por pudor.)

El relato se llamaba "Llama Verde" y contaba la historia de un dragón que, en lugar de escupir fuego color rojo o anaranjado, lanzaba llamas de color verde, por lo cual fue bautizado con el nombre de este rasgo suyo tan particular. Llama Verde era un dragón amigable que lo único que quería era que lo quisieran y aceptaran, pertenecer, pues. Entonces, iba por el mundo saludando a cuanto ser se encontraba por el camino, pero como no sabía manejar bien el fuego que salía de su boca (de "torpe" lo habían tildado) les quemaba a todos el pelo y nadie quería acercársele. El pueblo, debido al rasgo particular de sus habitantes, se llamaba "Rizos Quemados".

Viéndolo a la distancia, yo creo que yo era tanto Llama Verde como una niña del pueblo. Buscaba que me quisieran como era, no como los demás pensaban que debía ser o esperaban que fuera. Y así me quería mi tía Olga. Incondicionalmente. Con todo y mi llama verde, mi torpeza y mis rizos quemados.

Para mí, su casa, su departamento de la Avenida Coyoacán, era uno de mis lugares seguros, si no el que más, con su alfombra rosa que cubría todo el piso, incluso el del baño, sus muebles de la sala, rosas también con estampados vegetales en verde, y la Teleguía en su cuarto, donde me escabullía yo a ponerme al día de las telenovelas que tenía prohibido ver. Todos los jueves íbamos a comer con ella,  después de la escuela, mi hermano, mi mamá y yo. Mi papá no regresaba a comer a casa en esa época.

Entre las especialidades de mi tía Olga, que era muy buena en la cocina, destacaban la tinga de pollo, la salsa verde con los tomates casi crudos y cilantro fresco (quedaba de un color verde vivo muy bonito) que se usaba, con crema y queso, para aderezar tacos dorados, y un postre típico de Sonora, su lugar de origen, que eran una especie de quesadillas de harina de trigo bañadas con miel de piloncillo, a las que llamaba, me parece, coyotas. Con la comida en su casa me permitían beberme una Coca Cola. Mi hermano creo que se tomaba un Orange Crush. Todas estas cosas siguen conservando para mí un gusto a ella, aunque ya no me las prepare.

Ahora esa casa es de su hija, Olga Adelaida, y ya no se ve como entonces, pero sigue conservando para mí esa sensación de seguridad que me daba desde niña. Gracias a mi tía tuve el amor incondicional que me permitió conservar la salud mental, a pesar de los pesares.

Aquí, una foto de ella,  de entre las contadas fotos reliquia familiares que conservo, en un cajón de mi cuarto. Supongo que fue una foto para un pasaporte o algo así. 

Su mirada y su gesto me transmiten el cariño y la aceptación que evocarla siempre me despiertan.



Gracias, tía, por ese amor incondicional que me brindaste y que me enseñaste también a recibir. Que donde estés, te rodeen una felicidad verdadera y perdurable y un amor como el que nos tuvimos.


3 comentarios:

  1. Sabemos que el corazón necesita tanto o mas alimento que el estómago: con cuánta destreza aprendiste a preparar esa comida!
    No puedo describir exactamente la receta que acabás de convidarme, querida Adela, pero siento muy bien cómo lo nutriste, Muchas Gracias!

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  2. ¡Qué alegría, querida Manuela, que te pases por aquí, me leas y me comentes! Muchas gracias. Yo, en realidad, casi no cocino, pero disfruto mucho cuando alguien más lo hace. Y si es un platillo de los que hacía mi tía Olga (a quien ya conocías en otros retratos) me saben a ella y me dan un calorcito especial al corazón. Igual me sucede con el café con leche, que nos preparaba para alguna merienda. Cuando necesito un apapacho, me hago uno. Te mando un abrazo grande hasta Resistencia.

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