viernes, 3 de diciembre de 2021

más de mi tía Olga

  • Usaba dos barnices de uñas combinados para obtener el tono que quería: un rosa no chillante, con un brillo muy discreto. Yo creo que iba cada semana al salón de belleza para que le cambiaran el esmalte. 
  • En el pelo se hacía permanente. No sé cada cuánto, pero el suficiente para que su pelo mantuviera el rizado, que a mí me parecía del todo natural. Y cada semana iba a que la peinaran en el mismo salón de belleza. Tenía que pasarse un buen rato dentro/debajo de esos secadores de pelo enormes, que parecían sacados de una nave espacial, y que hacían un ruido infernal. El pelo quedaba encerrado en una redecilla y le ponían unas cubiertas de algodón sobre las orejas.
  • Yo creo que en los labios, cuando se ponía lipstick, también combinaba tonos para obtener el que le gustaba. Ese mismo tono de rosa de sus uñas, de la alfombra de su casa, del tapiz de los sofás de su sala.
  • Le encantaba jugar Canasta. Se reunió durante años cada semana con sus hermanas, Consuelo y Estela, y alguna amiga que les hiciera el cuarto. Apostaban muy poco (una décima de centavo el punto o algo así) solo por avivar el juego. Mi tía tenía una bolsa especial con el dinero para la canasta, que era el único que usaba para apostar. Era muy cuidadosa con los asuntos financieros. No le sobraba el dinero y dependía solo de sí misma para vivir, así que era ahorradora, lo cual no le impedía ser generosa. A mi hermano y a mí nos llevó de viaje, por lo menos dos veces: una al balneario de San José Purúa y otra a Disneyworld, en Florida.
  • La fascinaba echarse su cubita con coca y ron. A veces salía de viaje, para cambiar de escenario y jugar cartas, con sus hermanas y amigas. Dicen que llevaba una botellita de champú en su bolsa, que había previamente llenado con ron. Cuando pedían bebida, ella pedía una coca cola sola y, subrepticiamente, la convertía en una cuba debajo de la mesa.
  • Cuando había una cola demasiado larga en algún lugar, se abría paso entre la gente a golpes de "compersmisito, compermisito".
  • Desconfiaba de los hombres. Mucho. (Así le había ido en la feria.) Cuando yo le hablaba de algún novio, pretendiente o posible amor, siempre me decía: "Toma nota, m'hijita; toma nota, m'hijita". O sea, que estuviera pendiente de cualquier detalle que pudiera ser indicio de oscuridades ocultas del individuó en cuestión. Tuve oportunidad de presentarle a Adrián, aunque ya no me acuerdo de su opinión. No pudo estar en nuestra boda, ni llegó a conocer a Santiago. (Yo creo que se hubieran querido mucho y, quizás, le hubiera enseñado a jugar Canasta. Cuando jugamos Continental, otro juego de naipes, él y yo y su novia y todos los amigos a los cuales hemos iniciado, ella siempre está presente, cuidando que se cumplan los protocolos y acompañándonos.)

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