Macu y yo nos conocimos hace 13 años, me dijo ella. Hace sentido. Santiago tendría unos 13 años de edad y llevaríamos unos 4 años de vivir en La Arboleda. No obstante, a mí me parece que Macu y yo nos conocemos hace mucho más tiempo.
Será por la afinidad inmediata y profunda y sutil que sucedió en ese primer encuentro en mi casa, adonde vino acompañada de su pareja, que era mi amiga. Era cerca de navidad o de reyes. Yo le tenía un regalo: una agenda con fotos de caballos. Resulta que los caballos son parte esencial de su vida. Yo no lo sabía.
La había escuchado cantar en alguna grabación que me compartió mi amiga, que era su pareja. Y en mi casa, cantó en vivo. Yo creo que traía su guitarra. (Creo que siempre trae su guitarra.) Fue conmovedor. Nació entonces una conexión que se extendería en el tiempo hasta hoy. Ninguna lo sabía.
La relación con la amiga que me presentó a Macu terminó unos años después, así como la que Macu tuvo con ella. Yo seguía escuchando los dos discos que tenía, compartiendo su música con mi hijo y usándola como base para ejercicios de escritura con mis alumnes de secundaria. Pero de ella no supe nada más, hasta que un buen día, hace casi 8 años, nos volvimos a encontrar en el centro de Cuernavaca, donde yo estuve trabajando como traductora en un evento que organizaba un nuevo y claro amor de Macu. Para ese momento, además, yo estaba terminando una relación romántica, de esas con Atlántico de por medio, cuya banda sonora original incluyó varias de sus canciones. No me acuerdo si en esa ocasión se lo conté. Probablemente fue después.
Tras ese encuentro, reconectamos sobre todo de modo virtual. Yo la seguía en diferentes medios (feisbuc, youtube, blogs, etc.) e intercambiábamos algún que otro comentario, sobre todo sobre sus canciones, las de siempre y las nuevas. Mi condición de fan se mantenía inquebrantable y el hilo tenue que nos unía, también.
Entonces llegó el 2019, cuando nadie se imaginaba que el mundo estaba a nada de cambiar tanto. Me fui a España a hacer una maestría en escritura creativa y seguía siguiendo a Macu. En plena pandemia, tuvo un concierto en línea pero en vivo, y yo la seguí entusiasmada. Chateamos, en vivo también, durante su presentación, sobre todo a propósito de una canción vieja a la que le había puesto música nueva y que me encantó.
Y cuando se empezaron a levantar las restricciones del coronaconfinamiento, quedamos en reunirnos en persona, ahora de su lado del charco. Nos tomamos unas cervezas. Y platicábamos. Nos dimos unos regalitos. Y platicábamos. Caminamos. Y platicábamos, poniéndonos al día de la vida y volviendo a visitar aquella relación, de amistad para mí/de pareja para ella, que tanto nos marcó en su momento, pero de la cual ambas habíamos logrado sanar.
Así se refrendó la conexión, cuyo eslabón más reciente ha tenido que ver con la publicación de su nuevo disco, "Tu nombre". Me emocionó formar de la campaña de mecenazgo que hizo realidad su sueño y asistir virtualmente al concierto en Madrid donde presentó el material. Y aunque llevo escuchando el disco digitalmente desde hace varios meses, la súper cereza del pastel llegó hace una semana: Un paquete postal (uno de mis mayores gustos en este mundo digitalizado), con mi nombre manuscrito, y una multitud de regalos, además del disco físico, que quedó preciosísimo. Escucharlo, a la antigua, en un aparato de sonido es lo más.
¡Gracias, Macu, por tu música, tus canciones, tu cariño, tu cuidado, tu amistad!
(Nos queda pendiente una presentación en México, con más chelas y más plática.)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario