domingo, 22 de mayo de 2022

Venecia

Yo de Venecia recuerdo las sábanas húmedas del hotel. Y poco más. 

Recuerdo que más que hotel era una "locanda", italiano para "posada". Teníamos un cuarto solas, la amiga con la que viajaba y yo (ambas de 20 años, los míos casi recién cumplidos), y hasta ese momento acostumbradas a hostales con habitaciones compartidas. (En una de ellas, nos convencieron de aceptar a un "bambino" en el cuarto, que resultó ser el esposo más que adulto de una mujer americana; por fortuna, muy decentes los dos).

No recuerdo si mi amiga y yo compartíamos cama o cada quien tenía la suya. Recuerdo con total nitidez, como si mi piel lo volviera a sentir, cómo, al meternos entre las sábanas, se sentían mojadas. Como si hubieran tendido las camas con ropa que no se había terminado de secar. Me dio (nos dio, quizá) repelús; concluimos que se debía a la humedad de la ciudad, que se mete por todos lados. 

Recuerdo que compramos fruta para el desayuno y la comimos caminando por la calle, que ahorramos durante un par de días, por lo menos, para podernos comprar un helado que, desde cualquier perspectiva, transgredía nuestro presupuesto. Y lo logramos: cada una con un cono enorme y con dos bolas de sabores inimaginables. Y nos posamos en uno de los famosos puentes (¿el de los suspiros?) a disfrutar de nuestro premio, hasta que se acercó un hombre de aspecto intimidante y le dijo a mi amiga algo como "Poquitino gelato?", señalando su cono. Ella, estupefacta, le extendió el brazo. Él tomó el cono, le dio un par de lametones e intentó devolvérselo, pero ella no lo permitió. Entonces él se fue feliz, helado en mano. Y yo me quedé con el mío, sin poder seguir lamiéndolo. No recuerdo qué pasó después. Quizá compartimos el helado restante. Quizá mi amiga me dijo que así era la vida y me acabara el mío. Quizá. 

Y ahí terminan los recuerdos de Venecia. Destellos de la Plaza de San Marcos. Destellos de góndolas. Ninguna otra imagen clara. Y queda esta foto de alguno de los canales, que conservo enmarcada y colgada en el comedor de mi casa, producto de la vieja Kodak Retinette de mi papá y con el efecto ojo de pescado de mi camarita rosa actual:




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