jueves, 5 de mayo de 2022

De Celeste y mis papás

 















Hoy mis papás cumplirían 60 años de casados (aquí los celebraba hace 9 años, con fotos y todo). Y yo hace un mes cumplía 59 años de vida, pero fue un cumpleaños raro, marcado por una pérdida, y como que se me quedó de algún modo pendiente. Había pensado en hablar de Celeste, cuya foto aparece aquí al lado y contar cómo ella fue mi regalo cuando cumplí 20, allá por 1993. Sí, hace 39 años. (cómo se pasa la vida, que dicen por ahí.) Y entonces lo cuento hoy, a mis 59 años y un mes.

Celeste era la esposa de Babar, protagonista de una serie de cuentos franceses que fueron muy populares el siglo pasado y que, de hecho, a principios de este seguían por ahí en forma de serie televisiva. Mi mamá tenía 2 libros (creo) con las aventuras del elefante, desde la muerte de su mamá a manos de un cazados, hasta su paso por París, donde lo adopta una anciana, y su vuelta a la selva para convertirse en rey. Yo creo que eran las ediciones originales que ella tuvo de niña. Estaban en francés, eran enormes, de tapas de tela de color (quizá rojo uno y verde o azul el otro) ya un poco raído, y con unas ilustraciones preciosas. Mi mamá nos los leía a mí y a mi hermano. Yo amaba a Babar y a Celeste. Y amaba que mi mamá nos los leyera.

Años después, estuve de visita en París, justo antes de mi cumpleaños con mi entonces amiga Jessica. Un día vagábamos por alguna parte de la ciudad cuando yo descubrí a Celeste en un aparador. Supongo que me enamoré de inmediato, pero seguramente adquirirla hubiera significado un atentado a mi presupuesto. Entonces, de vuelta a la casa donde nos hospedábamos (no sé si ese mismo día u otro), Jessica se bajó del metro de improviso en el entonces llamado Forum des Halles y me dijo que me veía más tarde donde Olga y Guy (nuestros anfitriones). Yo me saqué de onda, pero no tuve chance de preguntar nada. Cuando regresó, evadió cualquier pregunta sobre su escapada.
 
No me enteraría yo de lo sucedido, hasta después de nuestra llegada a Ámsterdam (nuestro siguiente destino) donde cumplí los mentados 2o años. Habíamos conseguido un cuartito minúsculo hasta arriba de una pensión (había que subir miles de escalones, todo un desafío con maletas a cuestas). Era una especie de buhardilla, de techo de dos aguas muy bajo, y 2 camas individuales con una mesita y una lámpara entre ellas. Allí, mientras yo iba al baño que estaba uno o dos pisos más abjo, mi amiga puso unas decoraciones cumpleañeras (me parece que hechas con papel de baño) y me esperó con un paquete envuelto, ya no me acuerdo cómo. Cuando lo abrí, me encontré con Celeste y fui muy muy feliz. Entonces Jessica me contó que la búsqueda del regalo fue lo que había motivado su salida intempestiva del metro y que cuando había estado ya a punto de darse por vencida porque no encontraba la tienda donde la habíamos visto, se topó con Celeste. Lo que es capaz de hacer una amiga por otra.

La elefantita me acompañó el resto de ese viaje y ha seguido conmigo hasta el día de hoy. Cómo hay cosas que duran más de lo esperado, mientras que otras se acaban sin que sepamos por qué. Tengo la impresión de que la piel de Celeste era más gris de lo que se ve ahora y que perdió algo de color en una visita a la tintorería. Pero salvo ese detalle, se ha conservado muy bien. Ahora vive en una mesa escritorio color verde brillante en mi cuarto, acompañada por 2 Salustias, otras muñecas de trapo aún más antiguas (esas deben haber superado ya los 5o años).

Y bueno, hoy mis papás cumplirían 60 años de casados y los festejo indirectamente, que si no se hubieran casado, ni yo ni Celeste ni las Salustias andaríamos por estos lares. 




3 comentarios:

  1. Hermosa y tierna narración. Es recuerdo de momentos de felicidad.
    Un abrazo.

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  2. De Lupita con mucho cariño. 7 V 2022.

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    1. ¡Qué gusto que te pases por aquí, Lupita, a visitarme y comentar!
      Te mando un abrazo cariñoso de regreso.

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