Anoche me iba a la cama, tras ver el antepenúltimo capítulo de This Is Us (y llorar, claro). Volví al estudio por un cojín y un brillo rojo se me quedó en el rabillo del ojo. Entonces dirigí mi mirada y mi atención a la ventana. Y ahí estaba: una esfera roja sombreada, en medio del cielo anochecido. Recordé que por estos días habría eclipse. Y ahí estaba: la luna saliendo de la sombra que la tierra proyectó sobre ella, en modo "luna de sangre". En modo luna llena recordando/celebrando el nacimiento, la iluminación y el parinirvana de Buda Shakyamuni.
Y fui entonces, cómo no, por la camarita rosa. No tiene un gran alcance para las grandes distancias, pero se defiende. Y por ahí podrían decir que de pronto exagera (2. tr. Decir, representar o hacer algo traspasando los límites de lo verdadero, natural, ordinario, justo o conveniente.) porque la sangre que fotografió se ve más roja de lo que yo la veía anoche:
O quizás, no. Ya no lo sé. Eso sí, lo que más me impresiona de la luna de sangre es poder percibir con total claridad que nuestro satélite es, en efecto, un cuerpo con volumen y con tres dimensiones que flota en el espacio. Casi increíble. Como el camino que Sidarta Gautama recorrió hasta encontrarse con su propia naturaleza ahí donde estaba, dentro de sí, y que luego, con total gentileza, compartió con nosotros, para que lo podamos recorrer también. ¡Gracias, Buda!
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