lunes, 14 de noviembre de 2022

Michi

 Esta es Michi:


Y vive en el departamento frente al mío. Pero hasta hace poco no sabíamos nada de esto. Una mañana, durante mi caminata, la vi en su balcón y la fotografié porque también me veía y porque me gustan los gatos. No sabía ni su nombre ni su género. Luego me olvidé.

Hará casi 1 semana, Santiago y yo salíamos de la casa en la tarde y vimos un gatito pequeño agazapado en la tierra, debajo de unos arbustos en la pared de nuestro edificio que da al sur (creo). No lo habíamos visto por el vecindario. Nos acercamos y no huyó. Parecía acostumbrado a la gente, aunque también se veía asustado.

Teníamos algo de prisa, así que decidimos dejarlo en donde estaba y ver cómo iba la cosa a nuestro regreso. Para entonces ya no estaba donde lo habíamos dejado, pero algo nos hizo buscarlo por los alrededores, linterna (del celular) en mano.

Y lo encontramos, agazapado bajo el aguacate del lado norte (creo) del edificio. Determinamos que aún era bebé y estaba perdido. Le acercamos croquetas, pero se escabulló y se escondió abajo del audi del vecino antigatos. "Hay que sacarlo de ahí pronto", advertí.

Entonces recordé que yo tenía una foto de un minino muy similar en su balcón, la encontré y se la enseñé a Santiago. "Se parecen muchísimo", dictaminó. 

Yo me puse a dar terapia en la compu, mientras él bajaba un platito con leche para intentar atraer al gatito. A media sesión, un toquido urgente en la puerta nos interrumpió. Me disculpé con la paciente, apagué micrófono y video, y abrí: Entró Santiago, levemente rasguñado, con el gatito en brazos. Acordamos que lo llevaría a su baño para evitar una posible confrontación con la Khandro. Yo me disculpé con mi paciente por la interrupción.

Tras la sesión, volvimos a ver la foto y confirmamos que era el mismo individuo. Santiago descartó una de sus dos posibles casas y en la que quedó, no abrían. Le preguntamos a Adrián, el guardia, si sabía algo de nuestros vecinos. Solo que no estaban. Confeccionamos un arenero provisional para la visita, le pusimos agua, más croquetas, atún y otra cajita y trapos para que se echara. Se fue calmando.

Y entonces empezamos a urdir explicaciones para lo acontecido. La más preocupante es que sus dueños se hubieran ido para siempre y lo hubieran abandonado. Tomamos turnos para estar con él en el baño. Nos alegró que comiera y usara la arena, tanto para sus necesidades como para jugar. Yo propuse dejarles una nota a los vecinos, pero Santiago fue de la opinión de esperar hasta el día siguiente. Nos pusimos a jugar cartas, prestando atención a los maullidos del huésped o a la ausencia de maullidos. Muy pendientes, pues.

Y entonces escuché ruidos en el pasillo frente a mi puerta. "Hay movimiento", dije y abrí. La vecina llegaba a casa con su hijo. "Tenemos a su gatito", dije, "lo encontramos perdido abajo y nos lo trajimos mientras llegaban. ¿Quieren pasar por él?". La mujer accedió sin apenas sorpresa (suponemos que Adrián, el guardia, la habría prevenido) y explicando que seguramente la mascota se había escapado cuando salieron en la tarde. Entraron, los llevamos al baño, el gato corrió, pero ella logró alcanzarlo antes de que entrara al estudio y lo cargó. El niño permaneció callado durante toda la operación, aunque se abrazó a su madre y al animalito.

"¿Cómo se llama?", pregunté. "Michi",  respondió ella como avergonzada de no haberle dado un nombre más original. "¿Es gato o gata?" "Gatita." "¿Qué edad tiene?" "Como 3 o 4 meses." "Suerte que le había yo sacado una foto en el balcón", dije. "Sí, le da por subirse ahí también y me asusta", dijo. Y ya no hallamos manera de postergar la partida de Michi, la invitada que apenas cumplía una hora o así con nosotros. 

"Adiós, Michi".

O sea, algo así como: Que te vaya bien. Cuídate. Te vamos a extrañar.

Y sí, el apego, puesto como un calcetín, ya empezaba a hacer de las suyas. A unos cuantos minutos de saber su género y su nombre, tocaba despedirse. Ya sin planes futuros ni conjeturas pasadas. Pero sí con ese dolor/incomodidad/tristecilla urdidos, nuevamente, por nuestra mente.


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