Así suenan las chicharras de mañana en Cuernavaca. Así sonaban la mañana de ayer cuando salí a caminar, sobre la jacaranda joven que está del otro lado de la barda del lugar donde estaciono a Antuanito, mi fiel automóvil.
Antier que salí temprano rumbo al consultorio, también cantaban, y tuve la fortuna de detectar un ejemplar sobre una de las ramas pelonas de la jacaranda y pude fotografiarlo. (Nunca había visto una chicharra, solo las imaginaba):
Luego comprobé en internet que sí era el bicho en cuestión: una de las variantes negras (que también las hay de colores, en Argentina, por ejemplo), con ojos negros y saltones y dos pares de alas (aunque esos no alcancé a distinguirlos). Y también aprendí más cosas en wikipedia: Son insectos cicádicos que se conocen comúnmente, además de como chicharras, también como cigarras, chiquilichis, cocoras, cocorrín, cogollos, coyoyos, coyuyos, ñakyrã, ñes, tococos o totorrones (vaya usté a saber dónde es que se los conocen así...). Pertenecen al orden Hemiptera y viven tanto en climas templados como tropicales. Su ciclo de vida completo puede durar de 2 a 17 años, dependiendo de la especie y una de sus particularidades es que las ninfas, o sea su forma juvenil, viven enterradas bajo la superficie durante varios años, alimentándose de la savia de las las raíces, mientras que los adultos, que emergen cavando túneles en la tierra cuando ha llegado el momento de acabar de madurar, viven sobre vegetales, alimentándose de la savia de sus ramas, mediante su aparato bucal suctor.
Otro de sus rasgos distintivos es la vibración o canto que emiten los machos de la especie con un aparato estridulatorio que se encuentra en los costados del primer segmento abdominal y está compuesto de membranas quitinosas, llamadas timbales, y de sacos de aire que funcionan como cajas de resonancia. Casi un orquesta en miniatura, vamos. Y también averigüé que cada especie produce un sonido característico.
A mí el sonido de las cigarras, supongo que como el de la que fotografié, me ha acompañado desde niña, pues mis papás, mi hermano y mi yo pasábamos todos los fines de semana, así como las vacaciones más largas, en la casa de mi abuela Rosa aquí en Cuernavaca, y las cigarras cantaban, sobre todo en la mañana y en la tarde. (No recuerdo si en la ciudad, en el Distrito Federal de mi infancia y juventud, también las escuchaba. Quizás.)
Mi abuela decía que cantaban para llamar a la lluvia. Ahora descubro que el canto está más bien relacionado con el proceso de apareamiento (y con esa necesidad de marcar el territorio), pero como las cigarras adultas salen al exterior en el verano, o sea en la época de más calor (que en realidad para nosotros es la primavera), pareciera que piden agua. Quizás será porque nosotros hemos olvidado cómo llamar a la lluvia y proyectamos nuestro anhelo en los bichos cantores.
Resulta interesante, y triste desde la perspectiva humana, que las hembras mueren poco después de poner los huevos. Y asombroso es que la familia Cicadidae incluye miles de especies de cigarras que viven en todos los continentes de la Tierra, a excepción de la Antártida.
Hace unos días, una amiga de feisbuc invitaba a sus amigos a contribuir a una lista de los sonidos más característicos de Cuernavaca y ella misma inauguraba la enumeración con el canto matutino de las chicharras, que puede a veces ser ensordecedor, según el número de bichos que se junten en la misma planta.
Dejemos abierto el tema para hablar, en otro momento, de otros sonidos cuernavacenses. Y mientras tanto disfrutemos, sí gocemos, del canto de las chicharras que luego damos las cosas por sentadas y se nos escapa lo que nos rodea.
Gracias por la amplia ilustración sobre estos bichos que, como a ti, me han acompañado desde niña en Cuerna!! Abrazos
ResponderBorrarA ti por leerla y disfrutarla (espero). Ya toca vernos... 🐛
Borrar