miércoles, 15 de noviembre de 2023

p e r t e n e c e r... continuación


Ayer que escribía sobre la pertenencia olvidé un encuentro esencial de ese fin de semana de muertos, pero decidí que merecía una entrada aparte.

Bueno, doña Cirila Aragón merece un mundo entero, pero aquí dejo mi contribución a su historia, empezando por esta foto que Yare me tomó con ella y con la prenda salida de sus manos, este "tipo rebocito" (como lo llamó ella) que ahora me viste de pericón:


Cuando andábamos Yare y yo recorriendo la calle Hidalgo durante el Festival Miquixtli, empezamos a toparnos con puestos de tejidos de lana de diferentes colores, piezas nacidas de las manos de mujeres y sus telares de cintura, con fibras teñidas de manera natural (con flores, frutos, insectos) en la localidad de Hueyapan, Morelos. Me fui enamorando de varias, sobre todos los quexquemetl , pero no me decidía por ninguna. Entonces llegamos al puesto de una mujer encantandora, sonriente y dulce, que con toda paciencia nos fue enseñando las prendas que tenía, sin hacer nunca ninguna alusión a su propia labor. Yo me enamoré de más prendas y de ella.

Ese día no llevaba los medios para comprársela, pero le dije que volvería al día siguiente. En realidad, regresé esa tarde y entonces estaba en el puesto un discípulo y amigo de ella, Luigi,  que nos habló de la labor de doña Cirila. No solo ha trasquilado, lavado, cardado y teñido la lana para luego hacer la tela en el telar de cintura y después confeccionar las prendas, sino que también formó el colectivo Cozamalotl (del náhuatl arcoíris) para  la gestión de la labor de las mujeres de su comunidad y, además, ha transmitido su linaje a su hija y nietas como ella lo recibió de su madre y de su abuela. Resulta que doña Cirila es considerada en Morelos como "Tesoro Vivo" y es también autora de un par de libros con leyendas tradicionales. 

Mientras Luigi nos contaba todo esto volvió doña Cirila, con una humildad a prueba de todo y una sonrisa delicada y amable. Ya estaba yo decidida a llevarme algo hecho por sus manos. Me probé varias cosas hasta que opté por la pieza amarilla intensa y Luigi me animó a tomarme una foto con la maestra artesana.

Al día siguiente, último del festival, quise pasar a despedirme de doña Cirila, pero había mucha gente en el puesto, a quien ella enseñaba la mercancía y no quise interrumpirla. Pero no cejé en el intento y de salida, me escabullí entre dos clientas para decirle adiós y entonces ella me regaló un llavero también de lana tejido, con una flor rosa, de tallo verde y de centro café, teñido con nogal. Ahora cuelga de mi bolsa. Me siento honrada de este encuentro e intercambio con una mujer tan sorprendente.

Aquí y acá se puede leer más sobre ella, su familia, su obra y su comunidad.



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