de frente |
Este pájaro habita el mismo espacio que yo, o sea, me lo topo con frecuencia cuando salgo a caminar. También lo veía en el jardín de Salto Chico, donde se paraba en la malla que había junto a la alberca, normalmente en pareja. Canta mucho y muy chillón y se supone que ese es el origen de su nombre, la onomatopeya de su canto, que cambia según los oídos que lo escuchan. Aquí puedes ver la lista de nombres con que se le conoce y más detalles sobre su vida. Se supone que en México, lo llamamos luis bienteveo, pitabil, luis grande o chilera. Yo no conocía ninguno de los nombres.
Lo que sí puedo es compartir cómo escucho yo su canto. De hecho, por un lado, había visto ejemplares como este y, por otro, había escuchado un canto que me llamó la atención porque me sonó a choquilla.choquilla.choquilla.choquilla, así, repetido cuatro veces. Me encantó porque me hizo pensar en la némesis de Yare y Josmar, heredada de doña Juana, su mamá y contra la cual llevan luchando desde siempre. Pero no fue sino hasta ayer o antier que pude establecer la relación entre el canto, que detecté proveniente de una jacaranda del lado del súper, y el pájaro que descubrí allí posado. Y procedí, claro, a fotografiarlo.
Así que quien canta choquilla.choquilla.choquilla.choquilla es este bicho de pecho amarillo y cabeza negra con franjas blancas. Ojalá en algún momento pueda corroborar cómo se le llama comúnmente por estos lares.
Y andar tan pendiente de las aves que me rodean (en modo ornitóloga de banqueta, digamos), me hizo recordar a mi prima MaD., que era bióloga y salía al mundo con binoculares y guías para ver e identificar aves, o sea, mucho más profesional que yo. También recuerdo su pericia para comer mariscos, digamos una langosta, pues como bióloga conocía la anatomía de los bichos y los iba desmembrando como quien pela un plátano, como si fuera la labor más sencilla del mundo. Aunque MaD. y yo nos quisimos mucho en algún momento (hay, por lo menos, fotos que dan fe de ello y también algunas cartas de papel), la vida y las circunstancias se entrometieron en nuestra relación, haciéndola evaporarse sin remedio. Hoy la recuerdo.
Y acá, de despedida, otra toma de nuestro pájaron en cuestión:
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