jueves, 25 de enero de 2024

Historia de las chanclas rojas


Una amiga me contó una historia buenísima que ella protagonizó hace varias décadas. Con su permiso, la cuento yo aquí en mis palabras, intentando conservar el espíritu de ella:

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Hace muchos años, cuando mis hijos eran chicos, teníamos unos amigos (quizás fueran también vecinos) con los que convivíamos en familia e incluso viajábamos: los dos papás, las dos mamás y los niños. Una vez, nos estábamos preparando para irnos todos al mar. La otra mamá y yo comentamos que no teníamos chanclas para la playa y la alberca y que era indispensable comprarnos unas.

De camino a nuestro destino (o quizás ya allá), le pregunté si había conseguido por fin las chanclas. Me dijo que sí, que había conseguido unas rojas monísimas, que le habían encantado. ¿Y tú?, me preguntó. Pues conseguí unas bastante feítas que hasta me da vergüenza ponerme., le respondí.

Cuando salimos rumbo a la arena y el agua, ambas con nuestras chanclas nuevas, cuál no sería nuestra sorpresa cuando vimos que llevábamos puestas las mismas. Yo hasta mal me sentí por lo que había dicho, pero ambas nos reímos.

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¿Qué más prueba de que las cosas no tienen la solidez que solemos adjudicarles? Si las chanclas hubieran tenido una existencia real, no interdependiente y transitoria, ambas amigas (y el resto de los mortales) las habrían percibido del mismo modo.

Así la cosa, pues,  con todo los fenómenos que nos rodean, afuera y adentro, incluidos nuestro propio cuerpo y nuestro pobre "yo" inexistente .

2 comentarios:

  1. Percepciones, lentes propios desde la experiencia individual, cuánta carga !

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    1. Y, al darnos cuenta, la posibilidad de no seguir cargando ni cargándonos (a nosotros y a los demás) 💃

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