jueves, 1 de febrero de 2024

c.a.l.c.e.t.i.n.e.s..

En este blog hay calcetines por todos lados, bueno, en estas 10 entradas, seguro: calcetines tejidos por mi tía Olga, calcetines de conejitos que me regaló Yare, calcetines morados que no me regaló Evelyn, apego "puesto como calcetín", calcetines mojados por la lluvia, doble calcetín para el frío, calcetines del museo Sorolla que me quedé con ganas de comprar, calcetines maravillosos en el aparador de una tienda en Madrid (quizá en la Calle del Pez) a la que no pude entrar, calcetines disparejos tirados por ahí en días de caos y enfermedad, calcetines para cubrir un módem prendido a escondidas. Hay, además, otras tres (en orden cronológico: 12 y 3, del 6, 19 y 20 de abril del 2020), donde se cuenta la saga del calcetín perdido y recuperado durante mi confinamiento por el coronavirus en Madrid hace ya casi 4 años.

HOy vuelvo a otro par de calcetines que uso en invierno, o sea, cuando hace lo que nosotros llamamos frío. Me los suelo poner sobre otro par más delgado. Están tejidos a mano y pensados para caminar con ellos adentro de la casa, aunque yo en general los uso, además, con unos crocs viejísimos (y criminales, pues tienen la suela desgastadísima).

Los calcetines en cuestión son de colores, aunque su base es turquesa. De hecho, tienen unos hermanos morados (los que Evelyn no me regaló) y unos negros (los que Evelyn le regaló a su hijo). a mí también fue Evelyn quien me regaló estos (ella se quedó los morados y luego se arrepintió un poco). Vienen de la India, aunque ella los compró en uno de sus viajes a ver a su familia en Israel.

Me han acompañado, estos calcetines, durante muchos años ya. Más de 10, seguro. Quizá, incluso, más cercano a los 20. Suelen venir conmigo cuando voy de visita a Chimal a ver a mi comadre. Se fueron conmigo a España y recorrieron el piso de Ana en Madrid y luego el de Joana en Barcelona. No me imagino un invierno sin ellos, aun en Cuernavaca.




Los lavo a mano y, a veces, los tallo un poco en el lavadero. Suelo hacerlo al final de la temporada de frío, para luego ponerlos a buen recaudo (en el cajón de los calcetines y demás ropa interior) hasta el siguiente invierno. Y sí, estos calcetines invariablemente me traen recuerdos de Evelyn y de nuestra amistad. Me recuerdan que la extraño y me recuerdan el cariño que nos tuvimos. Me recuerdan que las cosas cambian, que las relaciones se acaban. Me recuerdan que el cariño deja marcas y el distanciamiento también. Me hacen darme cuenta que el cariño sobrevive, a veces, un poco, más allá de la ausencia, y que los huecos duelen.

Y, hoy, me recuerdan que le deseo a esta amiga que fue que esté bien y feliz y libre de sufrimiento.Aunque ya no estemos juntas, lo estamos un poco cuando me pongo los calcetines que me regaló. Cuando los lavo. Y cuando los guardo.


1 comentario:

  1. Calcetines tragados misteriosamente por la lavadora, los de los hijos que se paran de sucios y mi voz detrás recriminando que no anduvieran descalzos !!! Ustedes van a lavar sus calcetines!! Y el placer que siento cuando ando en calcetines por mi casa🧦🧦

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