O Noche Vieja es, según la RAE, un sustantivo femenino cuya definición es: "Última noche del año". (Ninguna sorpresa ahí...) A mí el vocablo me remite, siempre, a mi abuela María Luisa, la mamá de mi papá, buelina para los bisnietos, tatarabuela para Runs (hije de su bisnieta Maricarmen), aunque nunca la conoció. (A mí no deja de parecerme increíble haber conocido a los tatarabuelos de mi sobrino nieto, que es más un amigo que nada...) Y no sé por qué me hace pensar en mi abuela, con quien sospecho que nunca pasamos una Nochevieja, pero es por ella y mi abuelo y mis tíos y mi papá que la llamo así, supongo.
Supongo que todavía no es Nochevieja, porque estamos apenas pasado el mediodía del último día del año, pero ya sabe a Nochevieja. A que se acaba el año. A que viene otro. A recuentos y resoluciones que no suelo hacer, aunque algunos se hayan colado en este blog, aquí y allá.
A mí me agarra este final de año con el corazón medio roto. Hace más de 7 semanas que adopté a Luna, una gatita gris y blanca, que antes se llamaba Tuna, como le pusieron cuando llegó a vivir a Salto Nuevo o Salto Allá, la cosa comunitaria donde hasta unas semanas vivían mi hijo y mi nuera con otres amigues. La gatita llegó embarazada, la adoptó y bautizó una pareja de la casa y allí nacieron sus tres hijos: Kala (que seguramente ya no se llama así porque lo adoptaron) y Copal y Simba, que son ahora los hijos de Santiago y Yare.
Yo decidí quedarme con la mamá y traerla a vivir a casa con mi Khandro. Tenía la sensación de que a la gata residente (término técnico), una gata calicó enorme de 9 años, no le iba a gustar mucho la llegada de una gata nueva, a quien rebauticé como Luna (por puro gusto). Y no me equivocaba. Lo que nunca pensé es que la reacción de Khandro fuera a ser tan violenta, desproporcionada (a mi ojos claro), agresiva y parece que irremediable...
Llevamos, pues, casi dos meses que se suponía que serían de adaptación, en los que ha habido de todo: Khandro escondida bajo la colcha de mi cama (con aparente miedo de Luna), Khandro olisqueando y bufando, Khandro acechando (siempre en tensión), Khandro atacando, Khandro sentada en una silla al lado de la mía y Luna en la del otro lado, Khandro en el sofá y Luna en el piso, aparentemente ignorándose. La cosa parecía evolucionar, pero la evolución ha sido hacia lo negativo.
Consulté a mi veterinario. Consulté a otra veterinaria, con doctorado en comportamiento gatuno. Me eché los videos del gatólogo de youtube Jackson Galaxy. Hice cosas mal (presentarlas demasiado pronto) e hice cosas bien, creo (jugar con ellas, juntas, separadas, darles de comer juntas, darle mucho amor a la gata residente, darles espacio para conocerse e intervenir cuando se llegaba a los zarpazos). Y la triste conclusión (desde el azote decembrino, claro) es que el amor no es suficiente ni ha hecho que las cosas funcionen.
Hemos empezado (Yare, Runs, Santiago y yo) a ofrecer a la Luna para que alguien chido la adopte (si te animas, contáctame), y yo no me resigno. Me da por llorar cuando escribo esto y cuando la veo y la imagino en otro lado. Y reconozco el apego junto al amor y las vivencias disparadas de otros fracasos (por así llamarlos, quizá solo finales, quizá solo lo que tocaba). Y aunque no creo en milagros, quizá haya uno y aún se puedan llevar Luna y Khandro....
Así que será una Nochevieja tristona y un Año Nuevo, qué sé yo, veremos si no solo tristón. Mándenle, mándenos buenas vibras, así como de esta casa salen buenas vibras para el mundo, para que haya paz y reconciliación y amor, que siempre es mejor que el odio, aunque a veces parezca que no sirve para nada...
Acá una fotico de la Luneira Cascabeleira:
Y una de las 2 en modo tolerancia, a ver si conjuramos alguna magia:
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