Lo prometido es deuda, dice el dicho. Y yo, el 23 de julio, prometí que si la violeta color vino revivía, yo vendría aquí a contarlo. Y revivió. En realidad, la planta siempre estuvo bien, pero sus flores pasaron por un bache: se doblaban antes de abrir. Creo que incluso una la corté yo, sin querer, en mi ansia por que floreciera como siempre.
Pero hace unos días empezaron los botones, y luego abrieron las flores y luego más botones y no se doblaron: la planta está divina. Todo me hace suponer que esta es la violeta más antigua que tengo, aunque este ejemplar en particular sea solo descendiente de la planta madre que me regaló mi entonces amiga J.La maceta seguro no es la misma. La original era una maceta de talavera de Tlaxcala que J y y yo compramos juntas en alguno de los viajes de fin de año que hicimos de jóvenes adultas, hace varias décadas. Esa maceta vive ahora en mi balcón con unas suculentas que me traje de Chimal y que parecen haber pegado muy bien.
Y la vida sigue: las amistades van y vienen, los recuerdos van y vienen, los amores van y vienen (ojalá alguna se quedara), igual que las flores, aun las de la violeta color vino.
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