viernes, 5 de julio de 2013


Bajo a nadar al caer el sol. Mientras hago mis ejercicios del cuello, percibo unos destellos entre los dos tubos del barandal que da a la barranca. Gracias a la miopía me tardo en etiquetar lo que son, hasta que logro diferenciar una minúscula araña amarilla y café caminando, sobre su telaraña.

Me detengo a considerar la posibilidad de ir por mi cámara. Hacer una foto o un video sería fantástico, me digo. Decido quedarme a verla y a nadar.

Gracias a la luz muriente, la telaraña brilla y su dueña parece circunvalar el centro (proyecciones de una mente budista). Me hipnotiza.

Cuando salgo de la alberca, la obra está completa. (Más que circunvalar, seguía tejiendo.) 

La araña descansa en una orilla, donde los tubos ofrecen un refugio, esperando su cena, supongo. Quizás mañana vuelva cámara en mano. Quizás no.

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