que nació mi tía Olga. Sí, a principios del siglo pasado. En plena Revolución Mexicana. (Pero esa es una historia que contaré en otro momento o, más bien, los fragmentos de la historia que me sé.)
Hoy solo pienso un poco más en ella que de costumbre. Me encantaría poder llamarla para felicitarla o, mejor, irla a ver en persona y platicar mucho mucho mucho y más.
Extrañar a mi tía Olga es diferente que extrañar a mi mamá, pues cuando recuerdo a mi tía, siempre tengo una sensación de compañía y de presencia. Claro que hay un hueco, pero es un hueco donde aún permea el amor, el más incondicional que he recibido en mi vida. A mi tía le debo, ni más ni menos, no haber perdido la cordura durante mi infancia.
Ayer, cuando volvía del trabajo caminando, me encontré con esta flor rosa, un tulipán creo, asomándose entre sol y sombra, y pensé que a ella le habría gustado.
¡Feliz cumpleaños, tía Olga!
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