domingo, 7 de julio de 2024

m i l a g r o 2


Y sí, esta palabra me sigue dando un poco de repelús, como cuando la usé por primera vez para darle título a una entrada acá. Pero no se me ocurre otra para hablar de la biznaguita que vive en mi balcón y que, después de unos 20 años, más o menos, hace un par de días echó su primera flor.






Todo empezó con un chipotito peludo que le descubrí hará unas dos semanas. Aquí se ve en primer plano. A la izquierda se aprecia también un hijo que hace algunos años le salió al cactus en cuestion (que según gugle es más bien un Equinopsis).



Después de un par de semanas, más o menos, el chipotito se alargó y se despeinó por la lluvia y el viento. Había pasado el retiro de la sangha y estábamos a punto de irnos Santiago y yo a Chimal. Mi miedo de que pudiera malograrse la flor parecía infundado. Ya se perfilaba con mayor claridad. Ahora mi temor era que nos la perdiéramos al estar fuera de Cuernavaca. (Chale con los miedos y temores.)



Volvimos de casa de mi comadre y el chipotito alargado se había seguido estirando: un proceso muy sorprendente que yo nunca había atestiguado. Parecía una espada lanzándose a por el mundo. Y al cabo de un par de días más, ya se notaban los pétalos. Parecía que serían rojos.




Entonces llegó el final del miércoles y me asomé al balcón para ver cómo venía la noche, cómo venía la lluvia, cómo venía el viento. Descubrí que la flor de la biznaga estaba empezando a abrir y empecé a enloquecer sacándole fotos. (Sí, tratando de poseerla, de evitar que se perdiera, de hacerla duradera. Ahora lo veo.) También tomé la precaución de bajarla al piso del balcón. Primero pensé que si había brotado allí en el pretil, estaría segura. Pero luego arreciaron la lluvia y el viento y no quería que la destruyeran antes de tiempo.


Al día siguiente, el jueves por la mañana, amaneció así, en el piso del balcón, esta bellezísima, en su momento de mayor apertura.


La volvía a subir al pretil, pero la coloqué más al centro para poderla admirar desde adentro de mi casa con mayor facilidad. Y el enloquecimiento fotográfico se disparó a mil. (El apego dirían por ahí, el ansia por prolonngar el instante, la vida.) Se la presumí a Juana y se la presumí a Santiago y seguí sacándole fotos. De más cerca, de más lejos. De su corazón y de su sillueta completa. Con luz solar directa y a contra luz. No tenía ni idea cuánto duraría. (Hay flores de cactus que duran un solo día o una sola noche.)

Aquí una miniselección:









con admirador













Se pasó el jueves yel viernes aún seguía abierta. Ya con menos energía. La vida se le empezaba a evaporar. Como a todos. Pero qué fuerte es verlo en una flor, que empezaba poco a poco a cerrarse (desde el mismo momento de su apertura en realidad).

Aún cerrándose era bella:









El sábado, la flor trompeta amaneció ya doblada. La vida se le iba y se empezaba a marchitar. La fotografié para tener la documentación toda. Y el corazón se me encogía. Un poco. 


Y hoy domingo, un poco más aún.




Todavía se me encoge el corazón frente a la impermanencia, el paso del tiempo, la llegada de la muerte, que viene ya incluida en el nacimiento y sin la cual no habría nuevos nacimientos.
Lo sé, pero 
aún me cuesta,
aún me duele,
aún me entristece.

2 comentarios:

  1. En el feisbuc, mi amiga Joana me comentó: "Te felicito Adela: unas fotos, un texto con su intriga, un sentimiento con su emoción. Inmejorable.". Y yo le respondí (claro): "Muchas gracias, Joana. Tus palabras significan mucho para mí 😊".

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  2. Esta hermosa! Gracias por compartir y me recuerda a una planta que tuve en mis dos últimas casas que le llaman “la reina de la noche “ que florece una sola noche con toda su magia. Abrazos. Susy

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