Primero en Tepoztlán, al pie de las montañas sagradas, desayuno-almuerzo en compañía de una amiga más o menos nueva. Casi al final de nuestra estancia, ella me señala que una catarina me está recorriendo la blusa: un cuerpecito naranja sobre el fondo gris oscuro de la tela. En algún momento se pasa a la piel, luego regresa a la blusa y luego mi amiga me ayuda con su mano a pasarla a la mía. Alcanzo a fotografiarla justo antes de que vuele. Señal de buena suerte, digo, pienso, espero.
Al día siguiente, en el balcón de mi casa, detecté otra, casi gemela de la de Tepoz, trepando por el muro donde viven mis plantas, para horror de los administradores del condominio. 2 catarinas en 2 días, pensé, qué auspicioso. Y le saqué varias fotos. Justo después de la última, emprendió el vuelo, quizás hacia otro balcón.
Me encantan estos bichos, como puede constatarse en otras entradas de este blog, como esta. Y aunque creo que lo sabía, también constato hoy que la RAE no consigna el nombre "catarina" para estos insectos. Poco sabe la Academia de cómo les decimos en México desde siempre. Allá, en la península, las llaman "mariquitas" y como sinónimos citan: santanita, sananica, gallinita, margarita. En Argentina, sé que les dicen "vaquitas de San Antonio", aunque el DLE dice "vaca de San Antón", que me suena poco apropiado para un animalito tan pequeño y simpático.
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