lunes, 6 de mayo de 2024

sueño 32.

Hace más de un año que no consigno un sueño. Y he soñado, claro. Con mi maestro más de una vez, pero la sensación con que despertaba era difícil de traducir a palabras.

Anoche soñé con el Karmapa y, cuando lo escribo, se me enchina la piel. Tampoco puedo traducir la sensación a palabras, quizás ni siquiera debería intentarlo.

El sueño acababa con un beso cariñoso que yo le daba al maestro, cuando nos despedíamos y él abría el espacio para que me acercara. Me sorprendía ser invitada a esa calidez por esa calidez. Como si no lo mereciera y, entonces, sí lo mereciera. Así se hace la mente chiquita y grande.

El sueño traía consigo también muchas cosas, objetos, que el Karmapa nos regalaba, a mí y a alguien más que parecía acumularlos. (Quizá una parte mía que se apega más de lo que debe.) Y terminaba conmigo en un espacio compartido con mi ex amiga E, donde yo navegaba entre sus prendas de vestir intentando acomodarlas.

Cuando en la mañana, salí a caminar, me encontré, por tercera vez, con una avispa negra ahogándose en el agua de la alberca. La primera fue el viernes pasado (la rescaté con la canastilla para recolectar frutos que está en la punta de un palo de escoba). La segunda fue el sábado y la rescaté con mi zapato. Hoy tuve que recurrir al palo + canastilla de nuevo. Y me pregunté si no sería la misma avispa, con quien seguramente tuve alguna relación en otras vidas con otros cuerpos, la que me sigo encontrando y salvando una y otra vez. 
La compasión, como la sabiduría y también la ignorancia, nacen nuevas en el momento presente.
No hay otro.
Aquí la avispa tercera o la avispa de siempre en su tercera manifestación,
sobre la canastilla para recoger fruta:






domingo, 5 de mayo de 2024

Cinco de mayo


Hace 62 años, en 1962, se casaron mis papás. Se celebraban entonces los 100 años de la Batalla de Puebla (y hoy los 162 de la victoria del general Ignacio Zaragoza sobre los franceses) aunque no creo que eso lo pensaron mis papás entonces. Pero quién sabe.

Yo nunca he estado en Taipéi, capital de Taiwán, ni en ningún lugar de la antigua Formosa. Sin embargo, este fin de semana, y hoy en particular, de algún modo amanecí allá, por lo menos en mente y habla.

Desde hace días, cuando he salido a caminar de mañana, me he encontrado con unas plantas en flor y he pensado que no es la primera vez que florecen en la época del anversario de bodas de mis papás y les fui sacando fotos. Aquí les dejo a ellos una de las imágenes que me parecen más bonitas para celebrarlos en este día que compartieron, esperando que hayan encontrado un camino luminoso, dondequiera que anden:


Y para cerrar traigo a colación las palabras que mi amiga Joana me escribió hace un año a propósito de lo que entonces escribé en esta fecha, aciaga para mí en un par de ocasiones de mi transitar por el amor romántico:
Cuando llegue este maldito día, bórralo del calendario, quémalo, convéncete de que es el 4 bis, que el cinco no existe. ¡A la basura el cinco de mayo! 
Y sonrío por la solidaridad, constatando cómo soltar un poco a la vez es una buena alternativa a la basura...
No podría (ni querría) borrar el 5 de mayo de mi calendario.

jueves, 2 de mayo de 2024

Historia de una planta (o 2) 5


La Ñaña el año antes de su muerte











Nuestra gata Ñaña murió cuando yo estaba en España, como dos días antes de que estallara la pandemia del coronavirus. Me acuerdo que Santiago y Yare me dieorn la noticia un día que jugaba el Barça. Toda llorosa subí a casa de la vecina, Carmen, donde Ana consiguió que pudiera ver el partido. Igual era un clásico contra el Real Madrid. No me acuerdo quién ganó, pero sí recuerdo que me ofrecieron una botana exquisita (jamón serrano, quesos, galletitas) y una cañita. El esposo de Carmen, hincha del Barça como yo, mientras que su hijo y nieto, merengues de corazón. Qué se le va a hacer. Esa fue una de las últimas reuniones normales que viví en Madrid, antes del confinamiento.

Bueno, el caso es que mi Ñañita querida había muerto, por un edema pulmonar, resultado de su edad. Y yo no me pude despedir de ella. (Bueno, lo hice al partir al viejo continente pues de algún modo intuí que no la volvería a ver.) Santiago y Yare la cuidaron en sus últimos días y luego la enterraron, al fondo del terreno donde está el condominio, y le pusieron unas plantitas en su tumba: las escogieron pensando que pudieran aguantar sin tanto cuidado. (Yo nunca he llegado a visitar el lugar pues el acceso me resulta algo riesgoso).

En una ocasión, bajaron a atender la tumba y vieron que algún  animal había desplantado las ofrendas para la Ñaña. Rescataron algunas y las trajeron a casa donde las plantaron en macetas y me las enseñaron cuando regresé de España.

Una es de esas suculentas que parecen estrellas y que, con sus altibajos, finalmente pegó y vive en una maceta gallina que me regaló Yare para un día de las madres. De repente la atacan unos bichos negros y he de tratarla, pero va creciendo. Yo sospecho (espero) que algún día floreará. Hela aquí:




Y la otra sobreviviente ha tenido una historia más atribulada. De hecho, hubo tres de ese grupo con hojas como espaditas, parecidas a una sábila pero sin espinas. Ya perdí la cuenta de por cuántas macetas pasaron y cuántas veces las puse en agua para que echaran raíces nuevas. Hubo un momento en que las vi pudriéndose en el agua y pensé que su final había llegado. Las saqué del agua y las eché en la maceta de la planta del amor, para que se se integraran a su tierra, una suerte de tumba, pues. Y un buen día, descubrí que un par habían echado las tan anheladas raíces y entonces las volví a plantar en una maceta. Y, bueno, para no hacer el cuento largo, nomás no prosperaban. De dos que habían quedado, en la misma maceta de una cactácea rescatada casi muerta del jardín, solo quedó una (sí, como en la canción de los perritos). Y como último intento, aunque no recuerdo qué me llevó a esa decisión, la pasé a una maceta que había quedado vacía y la puse en el cuarto de Santiago, sin muchas expectativas. Tras semanas y semanas, cuando parececía que se secaba, echó, por fin una hoja nueva. Y luego otra. Y ahora la tercera:




Y, así, la Ñaña sigue un poco con nosotros.
Cada día.
Todos los días.

miércoles, 1 de mayo de 2024

Primero de mayo 2


Estos días ando colgándome de las fechas. Quién sabe por qué. O nomás porque sí.

Hoy es día del trabajo y no se trabaja, así que no trabajé. Salí a caminar temprano, antes de irme de desayuno con una amiga. 

Recordé que hoy era el cumpleaños de mi tío Andrés. También lo es de Bernardo, el esposo de Maite, una amiga de antes. Quién sabe por qué se acuerda una de cosas como estas, por qué la memoria tiene esos caprichos.

Busco en el diccionario la definición de "capricho" y me encuentro 2 que me gustan:

3. m. Obra de arte en que el ingenio o la fantasía rompen la observancia de las reglas.

1. m. Determinación que se toma arbitrariamente, inspirada por un antojo, por humor o por deleite en lo extravagante y original.
Sin.:
  • arbitrariedadvoluntadatropellotropelíainjusticiaabusodesvarío.
  • antojodeseoquerenciaaficióngustomaníaberretín.

Y también me gustó su etimología:

Del it. capriccio 'capricho', antiguamente 'horripilación, escalofrío', y este del it. ant. caporiccio, de capo 'cabeza' y riccio 'rizado'.

Así que todo esto de inspirarse por antojo, humor o deleite para hacer algo extravagante u original empezó con una cabeza rizada...

Mientras paseaba hoy, como casi todos los días, me detuve frente a los diferentes árboles jacalasúchiles (flor de mayo, frangipan) que se hallan distribuidos por el condominio, todos hijos del que plantamos Santiago, Adrián y yo hace más de 20 años, hijo a su vez de uno que Erica y su entonces marido tenían en su casa de Tepoztlán, donde pasamos los tres unos días. Aquí una foto de Santiago durante aquella estancia y otra de nuestro jacalasúchil madre, con sus flores y botones (y su aroma infotografiable):


Y cada vez que me recreo en estos árboles, se me vuelve a venir a la cabeza la canción aquella de Alberto Cortez (que como compositor usaba su nombre original, José Alberto García Gallo) titulada "Mi árbol y yo" y la canto en mi cabeza y pienso en mi papá. Y recuerdo cómo me sentaba yo en la sala del departamento de la calle de Uxmal y me mecía, con las manos bajos los muslos, escuchando y cantando (de memoria) los elepés favoritos de Román: el argentino Cortez y un par de españoles como Mari Trini o Camilo Sesto. Y soñaba y fantaseaba y tristeaba. 

También me acuerdo de una ocasión, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM donde hace varias vidas hice la carrera, cuando un maestro llamado Héctor (que prefería que en la intimidad lo llamaran Pablo porque era un nombre menos bélico) pidió en clase un ejemplo de alguna poesía. Una alumna, una mujer mayor para nuestros estándares jóvenes, y valiente, trajo a colación a Alberto Cortez y Héctor-Pablo la súper cagoteó. Los demás nos quedamos mirando en silencio. Desafortunadamente.

Atestigüé una escena vagamente similar durante la fallida maestría en Madrid hace más de 4 años, cuando mi compañera María P. trajo a colación a Sabina en clase de poesía. El maestro, un poeta bastante reconocido, estuvo a punto de decir algo poco halagüeño, pero esta mujer sí sabía defenderse y no se lo permitió.

Y bueno, así nomás por capricho volví a buscar a Alberto Cortez cantándole a su árbol (ya lo hice aquí para el cumpleaños 85 de mi papá) y me encontré con una versión donde el cantante se ve bastante mayor, aunque con la voz casi intacta, y está en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México acompañado por una orquesta sinfónica. Confieso que me costó verlo, por aquello de la vejez y el envejecimiento y así. Lo vi completo y aquí lo comparto:


Es curioso que en la primera versión de esta canción, que tenía mi papá en el elepé original, Cortez hablaba de que el árbol lo plantaron él y su madre cuando él tenía 5 años, "hace 25 años". La canción fue envejeciendo con él y llegaron las versiones donde decía "hace treintaytantos" o "hace cuarentaytantos años". En esta actuación habla de "hace ya taitantos años" (que serían sesentaytantos calculo), en el 2009, 10 antes de su muerte, a los 79.

Mi papá había muerto 10 antes. Supongo que le habría gustado ver a Alberto.

martes, 30 de abril de 2024

Último día de abril

Día del Niño le dije toda la vida y así es como me sigue gustando llamarlo, aunque ya no sea políticamente correcto. Pienso que la corrección política sería más productiva como algo interno, más en el camino de una coherencia moral, por decirlo de algún modo, que como una manifestación externa, muchas veces con visos de superioridad moral, que se aferra a las restricciones lingüísticas. Pero bueno, esa soy yo, la que tampoco usa smartphone ni guatsap porque no quiere y porque quiere resistirse a tantas cosas impuestas por un sistema que persigue la comodidad como forma de lucrar, sin importar ningún tipo de consecuencia, individual, social o cósmica.

Y no sé ni cómo me metí en este jardín, como dirían allá de aquel lado del mar, cuando a una le da por 1. loc. verb. Enredarse innecesariamente en un discurso o parlamento teatral o en una situación complicad.Pero mejor me salgo para compartir que en mi caminata de hoy me encontré con la luna equivocada, esa que sale de día y que me recuerda a E, y la fotografié 3 veces, entre las ramas de distintos árboles:: 














Y luego, al llegar al jardín de arriba, el de la entrada al condominio, con una alberca casi vacía dada la escasez de agua, me encontré, sobre el pasto, con el cadáver de una cría de zanate. Lo mismo nos sucedió a Santiago y a mí cuando caminamos de tarde por ahí hace un par de días. Él se llevó las dos crías muertas que encontramos y las puso en una jardinera lateral, tapadas con hojas secas. Yo intenté hacer algo parecido y no pude, pero sí tapé el cuerpo ya descomponiéndose. Estos hallazgos tristes suceden todos los años. A veces, Yare ha rescatado alguna avecilla bebé aún viva, pero rara vez se logran. Quizá el calor intenso y la sequía hayan contribuido a aumentar las pérdidas. Los zanates adultos, hembras y machos, vuelan por todo el lugar y graznan y cantan y quizá lloren a su modo.

Y de vuelta al depa, me dio por buscar una foto mía de bebé para ponerla de perfil de feis y me la traigo para acá también. Aquí debo tener unos cuantos meses de nacida y estoy en mameluco al sol en el jardín de la casa de Cuernavaca de mis abuelos Óscar y Rosa, sobre un petate, que seguiría siendo la manera en que nos tenderíamos al sol a medida que crecíamos, como hacían los adultos. Esta foto siempre me ha gustado mucho. Lloro, parece, o a lo mejor canto a mi modo y muevo las manitas, que por ello aparecen borrosas.




"Baby Chief" (2, en este caso) me llama mi hijo en mis fotos de pequeñuza.

viernes, 26 de abril de 2024

Finales de abril


Se acaba abril y me muero de calor.
Ojalá no tarden las lluvias.









Se acaba abril y la planta del amor vuelve a florecer. Siempre un buen recordatorio de que hay amor siempre, si abrimos los ojos y la mente corazón.


Se acaba abril y la piedra me regala 3 flores juntas.


Se acaba abril y a mi gata le salen dos caras cuando la fotografío.



Se acaba abril y seguirá mayo y así la vida.
Sorprendente.
Cotidianamente milagrosa.

martes, 23 de abril de 2024

Sant Jordi 2

Hoy es Sant Jordi en Barcelona y en el resto de Catalunya.
(Ya lo decía yo aquí hace nueve años, cuando aún dolía.)

Un día como hoy, pues, se festeja al santo patrón de la región. El caballero mató a un dragón que aterrorizaba a una población y, así, salvó a la princeso que hubiera sido su siguiente víctima. De la sangre del dragón nació un rosal: el héroe ofreció una de sus rosas a la dama. A esta tradición se unió el hecho de que la UNESCO estableciera el 23 de este mes como el Día Internacional del Libro allá en 1995, mucho después de la proeza de Sant Jordi. Pero regalar rosas es lo más característico de la fecha. (Aquí un paseo virtual por la Casa Batlló en Barcelona, donde Gaudí dejó pistas de la historia del santo y el dragón.)

(Yo a veces sueño aún con que algún día alguien me regale una rosa por Sant Jordi, pero ya no tanto.)

Y este año, inspirada en la tradición catalana, se celebró (supongo que no será la primera vez) la Fiesta del Libro y la Rosa en el Centro Cultural Universitario (al que yo le sigo diciendo "Cultisur", como se le decía hace añísimos). Había más libros que rosas (o yo no las vi). Hacía años que yo no iba a una feria del libro y, en compañía de Runs, resultó un paseo genial. Gasté más de lo previsto, pero nada grave, y sentí la emoción que sentía cuando de joven entraba a una librería y quería todo. Lo que sí nos encontramos en nuestro deambular fue un par de dragones, sobrevivientes de la espada de Sant Jordi, en los barandales de la parada del metrobús:



También esta imagen del espejo de agua afuera del MUAC con los reflejos de las lonas de la feria y un par de paseantes:



Y un ojo florecita de regreso al metrobús:



Hoy es, pues, 23 de abril y no pasa nada.
Ella cumple años pero hace años que no lo celebramos juntos.
Y no pasa nada.
Hoy es 23 de abril y, por vez primera, recibí una felicitación, con todo y rosa virtual (gracias, Runs):

feliç sant jordi 🌹🐉📚

lunes, 22 de abril de 2024

Invitado: Dzogchen Ponlop Rinpoché


Siiéntate como el príncipe

Siéntate como la Tierra,
Perfectamente calma:
la base de todo movimiento.

Fluye como el río,
Naturalmente fresco,
nutriendo el campo del despertar.

Crece como el árbol,
Orgánicamente paciente:
lleno de vida y aliento.

Muévete como el aire,
Libremente original:
creando una brisa de alivio.

Resplandece como el Sol,
Sin pensamientos, brillante:
amando sin punto de referencia alguno.

Siéntate como el Príncipe,
plenamente presente —ahora
con verdadero corazón de curiosidad. 

Solo encuentro esperanza
En las huellas de Siddhartha:
Para encontrar mi despertar.
Primordialmente presente —ahora— dentro de mí.  


dpr  Starbucks de NY, NY  11 de agosto de 2009
Enviado vía Blackberry de T-Mobile 

Original en inglés, aquí.
Traducción al español, mía.

martes, 16 de abril de 2024

San Vicente y yo


Compartimos un aniversario, su muerte (el 5 de abril de 1419) y mi nacimiento (el 5 de abril de 1963), con 544 años de diferencia. El viernes 5 de abril de 2024 nos celebraron a ambos (sus 605 años de muerte y mis 61 años de vida) en San Vicente Chimalhuacán (Chimal pa los cuates), en el Estado de México, un pueblo pegadito a Ozumba, donde vive mi comadre María Eugenia y cuyo santo patrón es San Vicente Ferrer.

Ya antes, quizá en el 2015, habíamos celebrado esa coincidencia mi comadre y yo, con la alegría, además, del nacimiento de Vicentito, un gallo que salió del cascarón (en forma de pollo, claro)  en su casa justo el 5 de abril, entre los cuetes para San Vicente y el pastel para mí. El Vicentito vivió feliz en Chimal unos cuantos años (entre 5 y 10 es la esperanza de vida de esas aves y entre ellos se situó la vida de mi tocayo de cumpleaños). 

Cuando busqué información sobre el santo en gugle, me encontré con datos interesantes que desconocía por completo. Aquí se puede leer más sobre él, pero entre lo destacable para mí está el hecho de que fuera un escritor del Siglo de Oro Valenciano, de que llevara a cabo, según la leyenda, varios milagros y por ello se le represente con el dedo índice levantado hacia el cielo y un par de alas en la espalda, y de que fuera un predicador viajero en la Europa medieval. Supongo que la iglesia del pueblo de Chimal, del siglo XVI y donde Sor Juana fue bautizada, debe haber sido dominica, como el santo, aunque por qué se le escogió a él como patrón, muerto mucho antes de que América apareciera en los mapas europeos, no tengo ni idea. 













Este añs nos tocaron, a San Vicente y a mí, no solo todos los cuetes del mundo sino también chinelos (que son  oriundos de Morelos, y también de las zonas aledañas del Estado de México) y banda que pasaron dos veces frente a la casa de mi comadre, tocando, bailando y brincando.









Esa noche, la fiesta siguió en la plaza principal del pueblo y la música, con las bocinas más grandes que yo haya visto (y oído) jamás se prolongó hasta las 2 de la madrugada, más o menos.



















Y al día siguiente, la celebración continuó con el desfile de las marotas, quienes se detenían a bailar enfrente de las tiendas, mientars subián y bajaban por las calles del pueblo.

Así el cumpleaños (y poscumpleañera) de este año.
El mero día me regalé, también, un paseíto fotográfico por el pueblo, alejada del centro, y me encontré, entre otras maravillas, imágenes como estas:






Y el Popo, amigo majestuoso, tras una flor de colorín: