domingo, 25 de noviembre de 2018

Canción de cuna

o crónica de la génesis de un relato


Al comenzar el verano pasado, Isa, mi profe de escritura creativa y editora, me invitó a enviar un relato con miras a participar en la tercera antología de la editorial RELEE, fundada por ella. La obra se sometería, como sucedió hace dos años y hace uno, a una valoración para considerar su inclusión en la colección. (El primer año, mi relato alcanzó lo que se necesitaba y se publicó; el segundo año, no.)

Me acordé que durante mi primer año de estudio y práctica con Isa, en el curso de Narrativa especializada (hace 4 años), escribí un relato donde la protagonista, inmersa en un fuerte conflicto, recordaba una nana (según la RAE, un 1. f. Canto con que se arrulla a los niños) que le cantaba su abuela. El relato se llamaba (y se sigue llamando) "Fruta vana" y nació cuando nos sumergimos en el análisis estructural del relato, siguiendo básicamente las propuestas de Roland Barthes.

En esa ocasión, la "tarea" que Isa nos propuso fue escribir (con conciencia del esquema pero permitiéndonos ir más allá de él) alrededor de un "momento de revelación de significado" (una "epifanía", que diría mi hijo). Así nació la primer versión de "Fruta vana".

Durante el segundo o tercer curso con Isa, retomé el relato, lo reescribí, según los primeros comentarios de ella y de mis compañeros, y lo mandé a una de las entregas (dándole un descanso a la novela). La idea era mandarlo a un concurso. Después de incorporar las sugerencias que me resultaron pertinentes, lo mandé a concursar. No ganó. Y lo guardé.

Uno de los comentarios clave en aquella oportunidad fue el de mi amigo Jaime, que me dijo que le gustaría ver la nana que recordaba la protagonista. En esa segunda versión, pues, me puse a indagar un poco y, con la ayuda de mi amiga Joana, di con una nana tradicional de Cataluña (la protagonista es de Barcelona), que arrulla a los niños con la clásica música de Brahms y la letra en catalán, la Cançó de Bressol.
     
Entonces recordé también que yo solía dormirme al son de esa melodía (sin letra) cuando jalaba el hilo de una cajita de música (rosa clarito, con forma de flor y con una calcomonía que el tiempo se comió) que colgaba de la cabecera de mi cama de niña en casa de mi abuela Rosa en Cuernavaca. (Qué duda cabe que la escritura tiene más o menos componentes autobiográficos.)

La propuesta de Isa para la nueva antología de RELEE tenía como tema "el amor y la música" y como lineamiento, que cada relato estuviera ligado a un tema musical. Pues ya lo tenía yo con mi "Fruta vana" recargada. Solo faltaba darle una vuelta de tuerca más. Y entonces me puse a entretejer la nana a lo largo del relato, en lugar de que la canción de cuna apareciera solo al final.

Y hete aquí, que lo seleccionaron para formar parte de Arritmias, junto a otros 27 autores (incluida Joana como compañera de índice).
Y hete aquí que me lanzo a la presentación en Madrid el próximo 13 de diciembre.
Y hete aquí que si quisieras apoyar el proyecto y hacerte con el libro, puedes entrar a esta página y elegir la modalidad que más te convenga.
(Si vives en México, yo te lo traigo a mi regreso).

sábado, 24 de noviembre de 2018

Para mi tía Olga


Cada 24 de noviembre pienso que tendría que tener una foto de unos claveles rojos, las flores favoritas de mi tía Olga. Y cada 24 me acuerdo que no la tengo. (No sé dónde se meten los claveles que no los he podido fotografiar.)

Y entonces me pongo a buscar flores rojas que le pudieran gustar a mí tía. Yo creo que le gustarían todas las flores. Que le encantaría que celebráramos juntas su cumpleaños. (Ahora mismo no me acuerdo de ningún festejo en particular cuando aún vivía).

Como cada 24 de noviembre, me acuerdo más de ella. La echo de menos un poco más que de costumbre. Porque de costumbre, se aparece en muchos días de mi vida y cualquiera que se acerque a nuestra familia (a Santiago y a mí) acaba por conocerla a través de una infinidad de momentos compartidos con ella, de enseñanzas que marcaron mi vida para siempre.






Este año, tía, te dejo estos ramos de rosas que me robé con la cámara al pasar por el puesto de flores que está entre la escuela y mi casa. (A ver si para el próximo encuentro tus claveles.) Y te cuento que estoy por irme de viaje a España a la presentación de una segunda antología de relatos donde publican uno mío. Sé que lo celebrarías conmigo. Que te sentirías orgullosa.

Sabe que te llevo conmigo siempre.

viernes, 23 de noviembre de 2018

Para doña T


Hace unos días, circuló en el Facebook una imagen que decía que “te extraño” en náhuatl se dice “mitztemoa noyollo”, lo cual significa te busca mi corazón. (Aquí puedes leer más al respecto.)

El caso es que hoy que recuerdo especialmente a doña T por ser el aniversario de su muerte, me vino a la cabeza esta manera poética de "extrañar" y, sobre todo, pensé que a ella la "encuentra mi corazón". Porque cuando la pienso, ahí está, con su presencia cálida y discreta, confiable siempre.

Y claro que me gustaría verla otra vez. Presentarle a la novia de mi hijo. Ver una película todos juntos o salir de paseo en el coche de mi comadre, Ma. Eugenia. Pero más que tristeza es un anhelo suave que sabe que la conexión permanece, en lo tangible (su casa, sus hijos, sus historias que volvemos a contar) y en lo intangible (el cariño de tantos años, la compañía compartida, lo vivido a su lado).

Hoy sé que sus hijos se reúnen para recordarla y visitar su tumba en el panteón. Yo estaré con ellos de corazón y a doña T le dejo esta imagen del volcán, su vecino durante tantos años, y todo mi cariño:


a la salida de Chimal

jueves, 22 de noviembre de 2018

Dame una noche de asilo



Para mi mamá


Cada año que escojo algunas flores para celebrar el cumpleaños  de mi mamá (84 esta vez, el día de santa Cecilia, como siempre), me pregunto si le gustarían. Y cada año reconozco que no lo sé. Pero lo cierto es que ya no se lo puedo preguntar. Desde hace 14 años que ya no se lo puedo preguntar, aunque en realidad creo que nunca pude. 

Hoy escojo este crisantemo (creo que es un crisantemo) que fotografié hace unos días en el Jardín Borda en Cuernavaca. Me gusta que esté de espaldas, que sea rosa y que se abra hacia el cielo. Ojalá a mi mamá le gustara. Si lo pudiera ver. 


Tampoco sé si le gustaría saber que cuando me enfermo, me sigue haciendo falta (quizá más que en otros momentos), sobre todo porque a ella le costaba mucho acompañarme cuando yo no estaba bien.

Este año, ya entrado el otoño y después de una gripa al final del verano, me ha agarrado una tos, que va para su quinta semana (aunque por fin parece que se despeja). En algún momento de estos días, mi hijo me sorprendió diciéndome: "Ahora no has llamado a tu mamá", como diciendo "No estás tan grave". Pero mi anhelo de ella siempre está ahí, en el fondo, en la tristeza que, dicen los médicos chinos, se expresa a través de las enfermedades de los pulmones.

Y he llorado, por muchos motivos y muchos sinmotivos, he expulsado flemas de vidas pasadas y, otra vez, he salido adelante. Y Santiago y yo hemos superado otra crisis, pues a él también le cuesta verme enferma (como también le pasaba a su papá). (Algo habré de trabajarme por ahí.)

Y hoy pienso a mi mamá, la extraño y me reconcilio un poco más con su ausencia, pasada y presente.


Te quiero, ma.

lunes, 19 de noviembre de 2018

Para Mausy


Como cada año, hoy recuerdo el día en que moriste. (Se cumple ya una década).

Como cada año, con un agradecimiento profundo por tu generosidad y tu amor, que se materializaron en el departamento donde hemos vivido desde 2005. (Y con un poco de tristeza por los malentendidos que nos separaron.)

Este año, te dejo el atardecer de ayer desde el balcón de nuestra casa:




















¡Gracias, Mausy!
Siempre.

viernes, 16 de noviembre de 2018

El (enorme) peligro de los bandos


A propósito de la #MarchaFifí (sic), un exalumno y yo tuvimos un intercambio interesante de ideas en el Facebook, que me hizo seguir reflexionando sobre un tema que me ocupa (y me preocupa) desde hace tiempo:

Él: Está cabron, pero también está chido ver las asociaciones civiles que se pronuncian a favor de esta ridiculez. Quedan claros, muy claros los bandos jeje.

Yo:  Ahí radica el peor peligro, en la claridad de los bandos, en la necesidad de bandos, en la creencia en los bandos...😵

Él:  Adela Iglesias pero la sociedad está materialmente divida en “bandos”. Por supuesto que lo ideal sería una sociedad en donde no existiesen, pero ante su existencia... me parece oportuno la claridad de los mismos.

Yo: Si no tengo problema con la claridad, pero creo que sería muy provechoso trabajar, a nivel personal primero, para ir trascendiendo las etiquetas de "buenos" y "malos" (los dos bandos por excelencia) y sentar las bases para una sociedad compasiva y sabia.

"Bando", dice la RAE, es 1. m. Facciónpartidoparcialidad.

"Facción", 2. f. Grupo de personas unidas por ideas o intereses comunes dentro de una agrupación colectividad. La facción conservadora del partido3. f. Bando, pandilla o partido violentos o desaforados en sus procederes o sus designios.

"Partido", 5. m. Conjunto o agregado de personas que siguen y defienden una misma opinión o causa.

Y "parcialidad", 1. f. Unión de algunas personas que se confederan para un fin, separándose del común formando cuerpo aparte2. f. Conjunto de muchas personas, que componen una familia o facción separada del común.

En resumen, todos estos vocablos apuntan a separación, a establecer distancia, a diferenciarse. Y de ahí a la justificación de la agresión dirigida a quien no es como nosotros, al que piensa de otra manera, al que defiende otras ideas, no hay más que un paso. El contenido del discurso, en última instancia, es lo de menos (aunque llevemos tanto tiempo pensando que es lo de más). De hecho, esa "defensa" de nuestra ideología nos acerca (por no decir hermana) a nuestros "enemigos", pero no nos damos cuenta. Porque estamos en lo cierto. Porque estamos en lo justo. Y porque nuestros amigos (incluidos los del Facebook por supuesto), no solo piensan igual que nosotros, sino que le echan leña al fuego de nuestra superioridad moral.

Fifí. Amlover. / Pro aeropuerto. Pro lago. / Del Tec. De la UNAM. (por aquello del frapuchino azul) / Fascista. Liberal. / Los Nuestros. Los Migrantes / El Barça. El Real Madrid. / Alopatía. Homeopatía. Son meras etiquetas que apuntan no más que a constructos mentales, a ideas que solidificamos, nos creemos y por las cuales somos capaces de matar. Bastiones tras los cuales nos defendemos y nos creemos que estamos seguros. A buen recaudo.

Ellos versus Nosotros: He ahí la separación primigenia. La causa de toda agresión y apego. La ignorancia fundamental.

Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa, aunque nos empeñemos en ver (y querer demostrar) lo contrario. Los amigos de hoy son los enemigos de mañana y viceversa. Nada es tan sólido como parece. Nada justifica la intolerancia y el juicio y la descalificación.

Por supuesto que se vale disentir, tener sentires o pareceres distintos de los de los demás. Pero lo que no se vale es blandirlos como armas para atacar desde la falta de apertura, la sordera y la ceguera. Para dialogar con los demás (en particular con quienes piensan de otra manera) e imaginar otras alternativas se necesita entrar en contacto con la propia vulnerabilidad y atrevernos a poner en duda lo que tomamos como cierto e inamovible.

El único lugar en donde puede empezar el trabajo es en nosotros, cada quien consigo mismo, con la mirada vuelta hacia dentro. Y de ahí, las olas de compasión y sabiduría se extenderán. Es imposible cubrir la tierra entera de piel para no lastimarnos los pies. Pero sí es posible trabajar con nuestra propia mente para borrar las barreras entre los "buenos" y los "malos" y entonces, los enemigos dejarán de serlo, ya no se diferenciarán de los amigos. Y entre todos podremos, en verdad, construir un mundo mejor.


Pero este camino requiere, sí, de mucha más valentía que el de atacar a quien es diferente a nosotros. 

miércoles, 14 de noviembre de 2018

a m n e s i a




once de diez



Mi amiga Soledad me invitó a seguir con lo de las portadas de libros en el Facebook y decidí aprovechar para referirme a una de mis autoras favoritas que, por azares del destino, no quedó en la lista original de mis 10 lecturas más impactantes (además, Soledad y yo compartimos esta predilección).

A Carmen Martín Gaite me la presentó mi papá en mi adolescencia y me leí todo lo que él tenía y lo que iba adquiriendo. La amábamos los dos. Entre sus múltiples libros, el primero en mi memoria es siempre Retahílas e incluyo aquí la foto de la misma edición que yo leí (esas tan bonitas de la Colección Áncora y Delfín de Ediciones Destino).

Como me pasa con lo libros impactantes, al paso de los años me acuerdo más de las sensaciones que me provocaron que de los detalles de la trama. Por eso volví a esta novela hace un tiempo (en versión digital para mi kindle, pues el libro de mi papá se perdió, por ahí en la vida). Me volvió a impactar y a producirme las sensaciones, incluso corporales, que recordaba a lo largo de la plática entre tía y sobrino mientras muere la abuela. Me recordó también por qué amo leer y por qué amo escribir. 

Sigo amando a Carmen Martín Gaite. Mucho.