domingo, 22 de agosto de 2010

Tormenta

Los truenos envuelven mi casa, precedidos de enormes chispazos. El cielo se quiebra con cada estruendo. Mi corazón se acelera. Recuerdo cómo de pequeña corría a esconderme al cuarto de mi abuela. Hoy estoy sola y me pregunto si alguno podría meterse por la ventana.
Los cristales vibran. Me hacen falta tus manos. La lluvia, constante al fondo, no llega a ser un consuelo.
Hace años pensé en explicarle que mi intensidad era un mero reflejo de estas tormentas tropicales. Hoy ya no le hablo más. Hoy hablo conmigo.
Una tijerilla camina por el cristal de la ventana de la sala, arrastrando tras de sí gotas de agua, hasta encontrar refugio en el marco de la ventana.
Los truenos se alejan; queda sólo lluvia, y luces en el cielo.
La vecina barre su balcón. Se debe haber inundado. Sacude la escoba entre los barrotes de su reja.
Yo bebo mi té casi a oscuras.

1 comentario:

  1. "Hace años pensé en explicarle que mi intensidad era un mero reflejo de estas tormentas tropicales..."

    Uno de esos versos que escasean a la par que duelen. A veces me pregunto cuantas noches serían necesarias para explicar la distancia que cabe entre la intensidad y el reflejo...

    Y casi siempre me doy por vencido por mera incapacidad verbal; por el mero cansancio que aflige...

    Luego visito tu blog y me siento vena inyectada de capacidad.
    Y todo parece más capaz y más posible.
    Y sueño con trozos de hierba verde...

    Otro abrazo,
    Db.

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