jueves, 30 de octubre de 2014

Invitado: Mario Benedetti




Barcelona, 16 de mayo de 2014




tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no

miércoles, 29 de octubre de 2014

c.o.r.a.z.ó.n



corazón.
(Del lat. cor).
1. m. Anat. Órgano de naturaleza muscular, común a todos los vertebrados y a muchos invertebrados, que actúa como impulsor de la sangre y que en el hombre está situado en la cavidad torácica.


El diccionario propone siete definiciones más y cuarentaitantas frases que incluyen la palabra corazón y ni así acaba de aprehender las experiencias que estas siete letras pretenden recoger. La séptima acepción corresponde a este corazón que me encontré en mayo pasado paseando de tu mano por el casco antiguo de Barcelona, tu ciudad, que ojalá fuera un poco mía: 7. m. Figura de corazón representada en cualquier superficie o material.


Alguna vez me dijiste que yo había dejado pedazos de mi corazón de tu lado del mar desde hacía 30 años. Yo asentí. Me dejé el cariño encontrado en el 1er sobreático de la calle París, número 128. Me dejé el anhelo de que ese cariño, entre tú y yo, fuera amor. Me dejé la sensación de haber encontrado mi lugar en el mundo.


Tres décadas más tarde, creí que ahí, cerca de la Iglesia del Pino (Plaça del Pi, para mayor precisión), de tu mano, me había tropezado con uno de los trozos perdidos. Lo fotografíe para intentar, así, guardarlo. No sabía que esos pedazos perdidos eran irrecuperables y que habría de dejar aún varios más por las calles barcelonesas.


Hoy cuando te despides me dices "chiquita" y me sigues llamando "cariño" y el corazón se me encoge dentro del pecho porque tú y yo nos hemos metido uno en el corazón del otro, adentro, muy adentro. Y la felicidad se mezcla profundo, muy profundo, con la tristeza. Pero no me queda, no nos queda quizá, más que seguir el camino, aun a riesgo de que el corazón se nos vuelva a quedar helado o se nos siga partiendo una y otra vez.


lunes, 27 de octubre de 2014

Invitado: Chogyam Trungpa Rinpoché









La verdadera ausencia de miedo es producto de la ternura. Viene de dejar que el mundo te cosquille el corazón, tu corazón hermoso y crudo. Estás dispuesto a abrirte, sin resistencia o timidez, y enfrentar el mundo. Estás dispuesto a compartir tu corazón con otros.




Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español, mía.

miércoles, 22 de octubre de 2014


Merluza a la plancha


Dan las 2:30 de la tarde. Fernando bosteza. Mira la pantalla de la computadora y empieza a cerrar los programas. Luego la apaga. Mueve los dedos de la mano derecha para desentumirlos. Mete los recibos pendientes de revisión en un fólder. Guarda el celular en el bolsillo y sale del despacho. Se dirige a la puerta. Suspira. Sale. Le echa llave. Llama el elevador. Se sube despacio y aprieta el botón del sobreático sin voltear a verlo. Se baja y cuando está buscando la llave de casa, la puerta del departamento se abre.
—Te estaba esperando —le dice Ramona intentando sonreír—. Se va a enfriar la comida.
Fernando no le responde. Entra y se sienta en su sitio en la mesa del comedor. Tiene los ojos hinchados; las ojeras, marcadas.
—¿No te vas a lavar las manos? —le pregunta ella.
Él no le responde. Se dirige al lavabo. Se lava las manos y vuelve a tomar su lugar. No voltea a ver a Ramona.
Ella se va a la cocina y regresa con un plato de ensalada, sin aliño. Lo coloca en la mesa frente a Fernando.
—Hoy le puse aguacate. A ver si así te gusta más.
Él no le contesta. Empieza a comer. Ella lo mira de soslayo. No se sienta a la mesa con él. Se le humedecen los ojos. Se los frota con disimulo.
Fernando se acaba la ensalada casi de un bocado. No voltea a ver a Ramona. Ella levanta el plato y vuelve a la cocina. Le tiemblan las manos. Regresa con el segundo tiempo.
—Hoy preparé tu plato favorito —le dice a Fernando mientras coloca frente a él un filete de merluza a la plancha, sin aliño.
Él no voltea a verla. Mira el pescado. Suspira. Se levanta de la mesa sin tocar siquiera la comida y se dirige a la puerta. Antes de cerrarla, voltea a ver a la mujer, que está paralizada, llorando, de pie junto a la mesa del comedor.
—¿Y a ti quién te dijo que la merluza asada era mi plato favorito? —Sale del departamento sin esperar respuesta.

En la noche, Fernando y Ramona se sientan juntos en el sofá de la sala para ver el inicio de la segunda temporada de Top Chef. No se dirigen la palabra.

martes, 21 de octubre de 2014



Despedida 6


por Javier Roselló Iglesias

¿Cómo, si no es al alimón, va a ser una despedida?

Llegaba el segundo taxi encargado desde el hotel. Bruno aún alcanzaba a ver cómo el taxi que llevaba a Andrea, un auto de color negro, casi una carroza fúnebre, se sumergía en el siempre intenso tráfico de Insurgentes Sur. El taxi recién llegado, el suyo, era un Chevrolet Tahoe, también de color negro. Una imponente carroza fúnebre. Solo faltaba un desgarrador solo de clarinete.

Inmerso en el pesado tráfico de la tarde, Bruno veía aunque no miraba. El eje vial del aeropuerto estaba muy congestionado y Bruno oía cortésmente, que no escuchaba, al conductor que hacía comentarios sobre el tráfico y el tiempo de viaje hasta el aeropuerto. Asentía y daba la razón al taxista con algún monosílabo mientras se le amontonaban en la cabeza, una vez más, los recuerdos y las vivencias de aquellas tres últimas semanas. Como destellos, pasaban por la cabeza de Bruno imágenes de una isla desierta con una playa de finísima arena blanca y una increíble agua turquesa, los delfines deslizándose bajo la panga de Adrián, el atardecer bajo las palmeras en la piscina de las cabañas de Rick, allí donde Bruno por vez primera en su vida vio un colibrí, la ruta hacia una misión perdida en las montañas de la Baja California entre cactus como candelabros, la magia de Tepoztlán a los pies del Tepozteco, las botellas de cerveza helada y los vasitos de tequila añejo, la música de organillo en el zócalo de Coyoacán… Y sobre todo sentir las manos de Andrea entre las suyas y los labios de Andrea entre los suyos.

Y también se aparecían un amanecer sobre los tejados de Lisboa y el reloj del British Bar con sus agujas girando a la inversa; una ya lejanísima sala de cine en Barcelona y un aún más lejanísimo departamento casi sin amueblar. Y cartas que viajaron de un lado al otro del océano en sobres con márgenes en rojo, azul y blanco… cuando no existían el correo electrónico ni el Facebook.

Un largo gusano de color naranja discurría por la calzada de Tlalpan y parecía materializar en la realidad el esquema de líneas del Metro. Bruno pensaba que quizás hace treinta años deberían haber visitado uno de tantos hoteles de la calzada de Tlalpan, aquellos con estacionamientos discretos y persianas siempre bajadas. Ahora él dejaba atrás la calzada, mientras que Andrea ya la habría tomado para alcanzar la terminal de Taxqueña. Quizás le debería haber pasado por la cabeza un cambio de ruta y pedir al conductor que lo llevara a la Terminal Sur de camiones en lugar del aeropuerto. Pero no le pasó por la cabeza hacerlo. Hay amores cobardes, que decía la canción de Silvio, y sin duda el suyo lo era.

lunes, 20 de octubre de 2014

sábado, 18 de octubre de 2014

love is a losing game



Invitado: Chogyam Trungpa Rinpoché








La práctica de la meditación no implica suspender la relación con uno mismo e ir tras una mejor persona o buscar posibilidades para reformarnos... La práctica de la meditación es una manera de continuar con nuestra confusión, caos, agresión y pasión, pero trabajando con ello.






Original en inglés, aquí.
Traducción al español, mía.

jueves, 16 de octubre de 2014

Despedida 5


(un poco al alimón, todavía)

Bruno lee la madrugada de octubre de Andrea. Seguro se le humedecen los ojos. Lágrimas saladas. Y seguro que recuerda aquella despedida en Buenavista, cuando arrancaba el tren y su mano pugnaba por mantener el contacto con la mano de Andrea...

Han pasado 30 (casi 31) años de aquello y casi dos meses desde su despedida frente al hotel sobre la Avenida de los Insurgentes, en el DF. En esta ocasión, Andrea decidió no acompañar a Bruno a tomar el transporte que lo alejaría de ella nuevamente. Ya lo había hecho antes y no creyó poder soportar tanto dolor, otra vez.

"Mejor nos despedimos aquí", le dijo conteniendo, sin mucho éxito, las lágrimas. "Está bien", contestó él. Hubiera querido prolongar el contacto con la mano de Andrea unas horas más. Dejar que sus dedos le acariciaran la barba. Se lo pidió en el paseo que hicieron aquella mañana por el centro de la ciudad, tomados de la mano aún, a ratos. Pero cuando llegó el momento de llamar el taxi y Andrea le pidió que fueran dos, no se atrevió a insistir.

Andrea se sentía incapaz de seguir reprimiendo el llanto. "Yo tomo el primero", le dijo a Bruno, cuando se estacionó frente al hotel un flamante auto negro, que parecía más carroza fúnebre que taxi.

"Dijimos que ya no habría despedidas como estas", le alcanzó a recriminar a Bruno, más con la mirada que con palabras, cuando acercó sus labios a la boca de él. El miedo de que esta fuera la última vez le atenazaba el corazón. Bruno recibió el beso y se lo devolvió con ternura. Andrea buscó su mirada para intentar descifrar lo que el futuro les deparaba. No encontró ninguna señal. Esto la asustó aún más.

Se apresuró a abordar el taxi. El chofer le empezó a hacer plática. Ella se volteó para ver a Bruno, quizá por última vez. Él sonreía una sonrisa triste, parado sobre los escalones de entrada al hotel, enfundado en su camisa polo color de rosa, con las manos en los bolsillos. 

Ya las lágrimas le corrían a ella sobre las mejillas. No le importó. El chofer del taxi le siguió haciendo plática hasta que ella no tuvo más remedio que responderle. Para su sorpresa, la charla le alivió el dolor (o le hizo olvidarlo por un instante). Ya no alcanzó a ver el otro taxi, negro seguramente, que llevaría a Bruno al aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México, otra vez.

martes, 14 de octubre de 2014

.a.l.e.g.r.í.a.


Mi amiga Marie dice que, aun en la tristeza más profunda, hay visos de alegría. Y yo le creo. (No podría ser de otro modo).

Hoy pasó volando una mariposa blanca frente al parabrisas de mi coche.

Hoy vi cómo llovían hojas secas de un ficus enorme y al rozar el piso desprendían una melodía suave.

Hoy me abordó una excompañera de trabajo a la que hacía años que no veía. Me llamó por mi nombre (yo no recuerdo el suyo, pero sí sé que tiene unas gemelas y le pregunté por ellas). Luego me dio un abrazo muy cálido.



La RAE, entre varias acepciones, dice que alegría es un 1. f. Sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores. Yo no es que en estos momento pueda manifestarla con muchos signos exteriores, pero sí puede conectarme, dentro muy dentro de mí, con la sensación de que, aun en la negrura, pasan revoloteando unas diminutas mariposas amarillas, como aquellas que nos encontraban al paso en el malecón de Loreto. A mí me parecían preciosas y tú no entendías mi entusiasmo.

Y parar cerrar, la mejor definición de alegría que encontré en el diccionario: 6. f. Nuégado o alajú condimentado con ajonjolí. Solo escuchar el juego de los sonidos me sugiere una sonrisa.

domingo, 12 de octubre de 2014

Madrugada de octubre


once upon a time i was falling in love
now i'm only falling apart

Pasa ya de la media noche, o sea, en realidad ya es mañana, aunque siga oscuro como si jamás fuera a salir el sol de nuevo. Andrea se ha pasado el día pegada a la computadora. ("Ordenador" diría Bruno, pero Bruno ya no dice nunca nada.) Entre un párrafo y otro de la traducción se ha dado a la tarea, tan ingrata como inútil, de ir buscando los chats que sostuvieron ambos durante los últimos meses. Empezó con el último, del 26 de septiembre, y ahora ya va llegando a mediados de marzo. "Cómo tarda esta mierda en cargar" se lamenta por dentro, pero no ceja en su empeño. En su obsesión. Y encima a cada tanto le sale el maldito letrero ese: "Las páginas siguientes no responden. Puedes esperar a que vuelvan a responder o puedes cerrarlas". Faltan 24494 chats para llegar al primero y ella, por supuesto, pulsa el botón que dice "esperar". No podría ser de otro modo. La vida se le va en ello. Si tan solo logra llegar a enero, quizá entienda lo que pasó, quizá se le pase esta sensación de total desamparo.

Las lágrimas le empiezan a correr por el rostro y no se da cuenta. Hace ya un rato que cerró la traducción y ahora pone toda su atención en las palabras que ella y Bruno fueron intercambiando durante casi nueve meses. Va leyendo cachos aislados de conversaciones y cada uno le escuece más que el anterior. Pero sigue. "Que se conecte, por favor, que se conecte." En automático hace el cálculo de las horas que los separan. Mientras ella se sigue adentrando en la madrugada, él está por despertar, seguro. "Media hora más y cierro" se promete, aunque sabe que no cumplirá su promesa. La ausencia de Bruno le oprime el pecho.

Alrededor de las 2 de la mañana, a Andrea le da un vuelco el corazón cuando se percata de que Bruno, a sus casi 9, aparece como conectado. Ya no hay símbolo de celular ("móvil" diría él, pero ya no dice nunca nada), sino el ansiado circulito verde. Se le acelera el pulso. "Ahora sí le escribo algo. Ya no aguanto más." Es la 1:57. Cuando den las 2. Mientras tanto, prende la tableta y echa a andar el skype, para ver si ahí se ha conectado también. Le tiemblan las manos. 

No se decide. Aparece nuevamente el símbolo de celular junto al nombre de Bruno. Pero aparece como conectado en la tableta. "Lo llamo. Ahora sí lo llamo y luego ya dios dirá."

Al final, apaga computadora y tableta. Ni siquiera pudo llegar a enero en la búsqueda de chats. Está agotada. Se dirige a la cama con la agridulce sensación de haber ganado una batalla en la lucha consigo misma. Es más agria que dulce. Dulzona (y traicionera), la sensación de que, por lo menos, estuvieron conectados al mismo tiempo durante unos minutos. (Cuándo habrá aprendido a conformarse con tan poco.)

"Qué estúpida soy", murmura antes de acomodar la cabeza en la almohada.

nothing i can do
a total eclipse of the heart


sábado, 11 de octubre de 2014

Pendiente (s) 3


por Fernanda Garduño

[Nota mía: Cuando publiqué mis primeros pendiente(s), una amiga me dejó un comentario. Confieso que me encantó verlo, pero no entendí su juego de palabras hasta varias semanas después. Hoy la invito, otra vez, a este espacio suyo con su propuesta sobre mi palabra.]


6. m. Joya que se lleva colgando.

Como un recuerdo 
Como una lunita en la muñeca
Como una lágrima en el lagrimal 
Como un beso en la comisura de los labios
Como una verruga en el hombro izquierdo 
Como una flor amarilla entre los dedos
Como una palabra en el oído
Como todas esas cosas que tenemos que hacer por amor. 

viernes, 10 de octubre de 2014

Invitada: Elizabeth Mattis Namgyel






Con frecuencia sentimos que estamos "lidiando con la vida" cuando nos expresamos con agresión o actuamos enérgicamente. Pero realmente esto proviene de no saber qué hacer con la energía de la situación; entonces pensamos que la única otra opción es cerrarnos. Pero hay un camino medio — una tercera alternativa. Esa es la habilidad de mantener una pregunta abierta — la habilidad de descansar en “no saber”.

                          
Original en inglés, aquí.
Traducción al español, mía.

jueves, 9 de octubre de 2014

...o.m.b.l.i.g.o... (2)


por Raúl Rivera

[Nota mía: Hace casi tres meses publiqué aquí un recuerdo infantil que giraba alrededor del ombligo. Por otro lado, contacté por correo electrónico al guardador de la memoria para invitarlo al blog y me envió de vuelta una respuesta preciosa, reflexionando sobre el significado de aquel momento. Creo que podría verse como el otro lado de la moneda de mi relato. Con su venia, hoy la comparto aquí también.]


Mira que fue toda una experiencia vivencial el que te hubieras decidido a decir una palabra tan impúdica a media clase. Tenías una gran atenuante: eras la más lista del salón y la perpetua “tarjeta dorada”. Así que la maestra no podría pensar que te atreviste a lanzar una  palabra “perturbante”, sino algo que salía de tu ya desde entonces sesuda cabecita. Para mí, era como casi traspasar la barrera de lo permitido.

¿Quién lo iba a decir? Cuatro décadas después, esta muy divertida anécdota me hace pensar en dos cosas: prejuicios y criterios. No sé cuántas veces después de aquella en que no me atreví a mencionar al ombligo, nos hemos dejado llevar por autolimitaciones y malas opiniones para hacer o decir algo. Seguramente muchas de las veces sin fundamento.

¡Pero se acabó! Después de ese afortunado y divertido encuentro en el teatro, no me vuelve a pasar. No me vuelvo a guardar  un comentario o una acción por miedo a la crítica o al rechazo. No lo volveré a hacer, aunque esté de por medio... ¡mi ombligo!

miércoles, 8 de octubre de 2014

Pendiente(s) 2


el plazo del amor es un instante
y hay que hacerlo durar como un milagro
mario benedetti

Lanzarote y la casa de Saramago.

París.

Londres (otro con "L").

La InnoTrans (y Berlín).

El Molino, prometido desde 1983, con todo y los asegunes de entonces. (Allí tendríamos que compartir la misma cama, supongo.)

Avilés, tu pueblo y el de mi padre. Y de paso Oviedo, Luanco, Cudillero..., pasando por Logroño y haciendo noche en Miranda de Ebro.

Las cuevas de Altamira (las de verdad), que me recuerdan mis discusiones cariñosas con Nicanor, el de Rivero.

Salir a pasear y bailar la noche de la verbena de Sant Joan, aunque no haga falta escabullirnos luego a Sant Just.

Sitges, porque descubriste conmigo que puedes ser feliz en la playa.

El monasterio de Santa María de Poblet porque dicen que es precioso (y no está lejos de Barcelona).


Y esto, supongo también, aún ni se termina ni se resuelve. (Temo al día en que no amanezca pensándote...)

martes, 7 de octubre de 2014

Hace 10 años


Murió mi mamá, si mal no recuerdo. Todos los años recuerdo su cumpleaños (el día de Santa Cecilia), pero esta vez se me ha hecho presente, con una sensación incluso corporal, el día de su muerte.

Varias razones me hacen pensar que mi cálculo del 7 de octubre de 2004 no es erróneo. 

En cuanto al año, fue el posterior a mi divorcio y ese, seguro (o casi) se dio en el 2003. Doce meses y pico después de haberme ido a vivir sola de nuevo, compartiendo a mi hijo con su padre, recontacté, después de años sin vernos ni  hablarnos, a mi mamá. (Tuvimos un fugaz encuentro en el funeral de mi papá -cinco años antes- donde intercambiamos teléfonos.)

En cuanto al día y el mes, recuerdo que la última vez que la vi (y la primera después de reestablecer la comunicación) fue el 7 de agosto de ese mismo 2004 y que murió exactamente dos meses después, cuando empezábamos a hacer planes para que volviera a ver a su nieto mayor, mi Santiago, a quien había conocido, también fugazmente, el día posterior a su nacimiento.

Hoy volví a vivir cómo esa mañana de hace 10 años salí a lavar ropa al patio afuera de mi casa de entonces. Sonó el teléfono. Decidí no tomar la llamada (por no salir corriendo con las manos empapadas y chorreando agua). Volví después a ver si alguien había dejado un mensaje. Me encontré con la voz de mi tía Marisa que hablaba de una tragedia en relación con mi mamá. De inmediato llamé a su casa, me contestó Lupe, la mujer que le ayudaba en casa todos los días, y me dijo que mi mamá había muerto y que me pasaba con la vecina de arriba, una enfermera a quien había pedido ayuda. La Sra. Burak me confirmó la noticia. Lupe había encontrado el cuerpo de mi madre, inerte, al pie de la escalera, junto a un vaso y un cenicero rotos.

Me tomó varias horas (y la compañía de mi gran amiga Dasha) recomponerme para emprender el camino al funeral. (Mi amiga Evelyn me llevó a México, manejando mi coche, que se quedó en la agencia funeraria hasta que ella volvió por mí al día siguiente.) Muchas personas desfilaron ante mí. Mi tía Consuelo intentó que mi hermano y yo nos reconciliáramos (después de años de una relación casi inexistente). Mis amigas de siempre de la escuela estuvieron a mi lado. Algunos familiares se acercaron con más cariño que otros. Y yo sentía que flotaba en un sueño al que no sabía muy bien cómo había llegado.

Dos momentos sobresalen en mi memoria: Cuando un amigo de mi mamá (español refugiado como mi padre) me dijo que hacía poco habían comido él y su familia con ella y que ella había comentado que la hacía muy feliz que yo la hubiera vuelto a buscar. (Hoy vuelvo a agradecer a Horacio y Angelita que me lo dijeran.)

El segundo fue cuando me acerqué al féretro, después de que mi amiga Jessica me ayudara a quedarme sola en el recinto. Ahí estaba el rostro de mi madre, como de cartón, debajo de un vidrio. (El sueño parecía continuar.) Como despedida, le puse encima un cordón bendecido por uno de mis maestros y le pedí a mi hermano (encargado de todos los trámites) que por favor lo incineraran con ella.

De ahí, mi tía Mari me llevó a dormir a su casa. (El sueño no terminaba.) Me dio algo de cenar y me llevó a un cuarto donde la cama, blanca en mi memoria, parecía enorme. Creo que llevaba conmigo un libro de la saga de Harry Potter (vaya ocurrencia...), pero no pude leer. Cuando se cerró la puerta de la recámara, sentí un hueco profundo, muy profundo entre el pecho y la panza y supe que estaba más sola que nunca.

Hoy han pasado más de tres mil días desde aquel al que no había vuelto con tanto detalle. Hoy, y desde hace un tiempo, ha vuelto a visitarme esa sensación de un espacio vacío en mi interior, profundo, muy profundo. Y hoy sigo caminando por el mundo, procesando las pérdidas y las despedidas, con la convicción de que esto forma la vida, así como los encuentros y los reencuentros. Hoy sé también que ese hoyo no soy yo, sino una sensación, pasajera como todas.

Hoy recuerdo a mi mamá con amor y con extrañamiento y le dejo estos claveles que le compré ayer, sin ninguna intención particular, a una señora mayor que puso su puesto a la salida del estacionamiento del súper. (En la foto, mi mamá de niña vestida de gala para una boda. "Creí que era usted", me dijo hoy Juana cuando se la enseñé y le conté la historia del 7 de octubre de 2004).


*



*

lunes, 6 de octubre de 2014

Meditación 11









En la esfera de cristal
El mundo entero

En la claridad de mi mente
Completa tristeza

En la inhalación
Todo el dolor

En la exhalación
Soltar todo

El mundo entero
En la esfera de cristal


domingo, 5 de octubre de 2014

Invitado: Karmapa 17





Es claro que las fallas nunca radican exclusivamente en un lado de una relación. Si de verdad queremos forjar relaciones que funcionen, tenemos que reconocer también nuestras propias actitudes imperfectas y trabajar con ellas. Cuando nos comprometemos a identificar nuestros propios defectos y a transformar nuestra propia mente, entonces y solo entonces son posibles las relaciones sanas.


Original en inglés, aquí.
Traducción al español, mía.

sábado, 4 de octubre de 2014

Invitado: Enrique Urquijo y Los Problemas




Invitada: Leïla Bekhti



/-s-/-e-/-m-/-a-/-n-/-a-/


Hoy el paseo por el diccionario de la RAE fue más ilustrador de lo que esperaba:
semana.
(Del lat. septimāna).
1. f. Serie de siete días naturales consecutivos, del lunes al domingo.
2. f. Período de siete días consecutivos.
3. f. Salario ganado en una semana.
4. f. Período septenario de tiempo, sea de meses, años o siglos. Las semanas de Daniel.
5. f. Una de las muchas variedades del juego del infernáculo.



De acuerdo, del 1 al 4 no hay demasiada novedad. Y en cuanto a "infernáculo", resulta que es un 1. m. Juego que consiste en sacar, saltando sobre un pie, un tejo de un trazado en el suelo, supongo que algo parecido a la "rayuela" o al "avión". Más sorprendente me resultó la expresión mala ~1. f. coloq. Mes o menstruo en las mujeres, pero me abstendré de abundar en su contenido sexista. Por otro lado, sí había oído hablar de la ~ corrida, la ~ grande o mayor, la ~ inglesa, o la ~ litúrgica, y por supuesto, de la expresión entre ~. Y la que más me gustó, por completo desconocida para mí, fue aquella de la ~ que no tenga viernes. 1. expr. coloq. U. para despedir a alguien, negándole lo que pretende, o para significar la imposibilidad de que algo se realice.


Sin embargo, en ningún lugar explica la RAE que ese periodo de siete días sucedidos sin interrupción puedan, también, ser toda una vida durante la cual siga yo sin entender que no estemos juntos, donde siete se sientan más como mil o un millón, y sigan siendo solo siete.


Tampoco explica el diccionario que en una semana puedan agolparse más de treinta años de recuerdos y despedidas. Que en una semana puedan apersonarse los últimos diez meses con la nitidez que solo otorga la separación. Que en una semana echarte de menos convierta los días en un tiempo imposible de medir. Que en una semana sentir tu falta duela como me dolió la muerte de mi madre, hace diez años.


Quizá haya sido esta una semana sin viernes. Una semana para despedirse. Una semana para negarnos. Una semana donde sucedió lo imposible. O una semana donde dejó de suceder lo posible.


O quizá haya sido una semana hecha solo de una sucesión de viernes y nada más. Un viernes que se repitió día tras día hasta volver a ser viernes y seguir doliendo como si no hubieran pasado otros seis días. 


Para muestra (de memorias), un botón:
Miranda de Ebro, camino a Asturias, verano de 1980













viernes, 3 de octubre de 2014

Segunda mañana de octubre


"Activo hace 1 hora."

Bueno, quizá aún se conecte en mi tiempo, pienso después de abrir mi computadora (y mi Facebook, por supuesto) para iniciar una mañana más de trabajo.

"Necesitas concentrarte", me aconsejo tratando de poner voz autoritaria pero amable.

"Activo hace 2 horas."

Uff, logré acabar un par de párrafos de la corrección y llegó una traducción nueva. ¡Qué suerte! Será más difícil estar pendiente del chat. (Mi voz autoritaria pero amable sonríe con un pelín de sorna.)

"Activo hace 5 horas."

Se pasaron tres horas más. Otro día más sin contacto. "Si la propuesta la hiciste tú", me digo. "Lo sé", me contesto a regañadientes. Igual me duele el paso inexorable de las horas y el silencio.

"Activo hace 17 horas."

(Sin comentarios.)

jueves, 2 de octubre de 2014

sueño 2.


Anoche soñé contigo, aunque aparecías entremezclado con quien fuera mi único marido. (Si escribiera en tercera persona, no tendría el impulso de pedirte una disculpa...) Estábamos en un hotel, rústico, de madera, simpático, quizá un poco parecido a las cabañas de Loreto. De pronto empezaba a caer una lluvia tupida de cenizas provenientes del Popo (de ese que no pudiste ver en persona) y los otros huéspedes y el personal del hotel entraban en pánico. Tú y yo permanecíamos en nuestra habitación mientras los demás se preparaban para salir huyendo. Sin dilación, empezábamos a cerrar ventanas y puertas y a poner toallas húmedas en las rendijas y, sobre todo, en un mosquitero que quedaba expuesto.

Cuando despierto no me acompañan ni tu olor ni la calidez de tu abrazo. En la radio suena el "Himno a la alegría" de Beethoven y yo me hago un mar de lágrimas.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Última noche de septiembre


Hoy, la luna estaba de perfil.
La mitad que te ve a ti no es ya la misma que me mira a mí.
Nuestros cielos, tampoco.

*

La lluvia de medianoche me recuerda cuánto te extraño.
Dejo la ventana de mi cuarto abierta.