domingo, 28 de junio de 2015

hallazgos 4 y 5


Antier me quedé sin internet, así de pronto, sin un agua va o la conexión se corta, como suele suceder en esta dimensión imperfecta en que vivimos. Por supuesto que no era solo una cuestión de sentirme fuera del mundo, sino que tenía la necesidad de mandar por correo electrónico una traducción recién terminada a un cliente nuevo. Entonces, a tomar los bártulos y buscar un lugar con conexión, de preferencia tranquilo. Claro, mi consultorio. Me dirijo hacia allá, con laptop en mano (menos mal que la compré, aunque no me hacía falta realmente) y descubro que el lugar está tomado por un grupo de padres que han decidido tomar en sus manos, literalmente, la educación de sus hijos. Logro instalarme, casi de incógnita, en la oficina de una amiga, de viaje en estos momentos, donde se encuentra el módem y me pongo a trabajar, con una máquina en modo hiperlento, como quien trabaja a la mitad de un patio de recreo con los niños a tope. Ni modo. No hay de otra. Entonces, vía chat, otra amiga me pregunta cómo va mi día y le digo que "samsara" está haciendo de las suyas y ella me desea suerte.

"Samsara" en la terminología budista se refiere, más o menos, a la existencia cíclica caracterizada por el sufrimiento a la que nos condenamos nosotros mismos básicamente por nuestro aferramiento al yo como si fuera una instancia sólida, permanente, singular, independiente, cuando realmente no lo es. Hoy —por primera vez, quizá, con tanta claridad— entendí, cuando le contestaba a mi amiga, cómo estaba culpando a "samsara" de mis problemas como si fuera una entidad sólida y externa a mí misma (la contraparte de mi yo). De repente me cayó el veinte de que vivir en samsara (sufriendo) o fuera de él, realmente depende de cómo me relacione yo (desde mi propia mente) con lo que me sucede. No hay nada ni nadie afuera a quien culpar y tampoco se trata de culparme a mí misma. La verdad es que sí que tengo la posibilidad de experimentar las cosas desde un lugar más abierto y espacioso y eso es finalmente un atisbo de "nirvana" o liberación. Ni más ni menos.

Y bueno, ya entrada en gastos y sensibilizada por el horror de la falta de internet, también descubrí que mi aferramiento al amor que no pudo ser —y no fue— es más un signo de mi incapacidad (o dificultad grandísima) para soltar las historias que me hubiera gustado que en mi pasado fueran diferentes (a saber la relación tan tan complicada con mi madre) y que me empeño en seguir recomponiendo a través de historias presentes igual de complicadas o igual de condenadas al fracaso. En otras palabras, me defiendo del dolor enorme, de la ausencia, del vacío, de la soledad, del miedo, como si también fueran sólidos e inmutables, cuando la opción para salir de este mi samsara particular, consiste más bien en soltar y dejar que el espacio se airee.

En fin, quién diría todo lo que estaba escondido detrás de una incomodísima mañana. Para cerrar, me vienen a la mente las palabras de Leonard Cohen: There is a crack in everything / That's how the light gets in. Menos mal...


seattle 2015

sábado, 27 de junio de 2015

ya no creo


ya no creo en las mariposas blancas
ni en los dientes de león
ni en las margaritas
ni en los espejos de agua
ni en la primera estrella del atardecer

ya no creo en las mariposas blancas
ni en las cartas de amor
ni en las luciérnagas
ni en los viejos amantes conocidos
ni en los besos a distancia

ya no creo en las mariposas blancas
ni en los barcos de papel
ni en los sueños compartidos
ni en los hilos invisibles
ni en el sol cuando amanece

yo
     ya
          no
               creo
                    en
                         las
                              mariposas
                                             blancas
                                                       (y de verdad te quise)

viernes, 26 de junio de 2015

El Karmapa cumple 30 años


Hace unos días, Ogyen Trinley Dorje, el Karmapa 17, explicaba aquí por qué había decidido no celebrar él personalmente su cumpleaños número 30. Entre otras razones, dice que este año también marca los 15 desde que salió del Tíbet y llegó a la India. En ese tiempo no ha vuelto a ver a sus padres, que se han ido volviendo viejos. Puesto que su cuerpo fue nutrido y hecho por ellos, en esta fecha siente especialmente su ausencia. No solo extraña a sus padres, sino la belleza prístina del ambiente natural en que nació y creció, lo cual intensifica su sentido de urgencia por proteger los ecosistemas frágiles de la meseta tibetana y de toda la región de los Himalayas, cuyos glaciares son fundamentales no solo para la zona y las áreas circundantes, sino para todo el planeta. Considera que es urgente preservar ese entorno natural, donde los tibetanos y su cultura han vivido en armonía con la naturaleza durante miles de años. También habla de su anhelo por visitar la región de Sikkim, al norte de la India, donde el Karmapa 16 estableció en el Monasterio de Rumtek, la sede de su linaje fuera del Tíbet. Comenta asimismo que Nepal aún está recuperándose de los daños y pérdidas de tantas vidas como consecuencia de los terremotos que hace poco asolaron la zona y pide que no cesen los esfuerzos por apoyar la reconstrucción, así como por proteger al planeta entero. Y concluye diciendo que debido a todos estos motivos él no celebrará su cumpleaños personalmente, pero no evitará que quien quiera celebrarlo lo haga, aunque él considera que no ha hecho nada que sea valioso para tantos años de vida y que no ha hecho nada más que recibir mucho apoyo y amor de mucha gente. Aprovecha la fecha para expresar su agradecimiento a todos ellos desde el fondo de su corazón.

A mí su mensaje me resultó muy conmovedor, por la honestidad y franqueza con que dice lo que siente y piensa. En ese sentido es una enseñanza que comparto como una manera de celebrarlo.

¡Feliz cumpleaños, Karmapa!
Que tu actividad y tus enseñanzas florezcan y se expandan siempre.










miércoles, 24 de junio de 2015

for dpr


with love & gratitude

I have kind of a double or triple PhD on failed romantic love — like an addiction to Romeo & Juliet type of stories, with not such a tragic ending fortunately, but with a series of shattering-heart experiences. And it seems that whenever I am in the middle of such a story I get the blessing of being in the presence of my teacher and I get to ask him for his advice on the matter. (If I were a better student, I would ask about my practice, I guess...) He has always been the most patient listener and he has helped me in my aspiration to bring my romantic fortunes and misfortunes to the path: rejoicing whenever possible, or preventing an encounter when that was the best option, or encouraging me to keep working in the realm of desire when I wanted to run away to a cave. One of his most precious instructions to me was to practice loving, open and relaxed relationships with the aspiration to transform my habitual patterns of relating to family and friends. I am still trying and he has never given up on me.


happy birthday, rinpoche!










martes, 23 de junio de 2015

-a-t-e-r-r-i-z-a-r-


De tan pedestre que es la definición de la RAE pare este verbo, roza lo poético:

1. intr. Dicho de un avión o de un artefacto volador cualquiera: Posarse tras una maniobra de descenso, sobre tierra firme o sobre cualquier pista o superficie que sirva a tal fin.

Pero, eso sí, no habla del proceso de volver a instalarse uno en su vida cotidiana después de, por ejemplo, un viaje. La maniobra de descenso suele ser tan rápida que a duras penas encontramos el tren de aterrizaje. A mí, por lo menos, me ha sorprendido la sensación de despertar en mi propia cama, cuando no sé a ciencia cierta dónde es que me está amaneciendo, y eso que ya llevo una semana de vuelta en casa.

Durante 10 días, desperté en casa de una familia tibetana que amablemente me acogió durante mi estancia en Seattle. Después de bañarme y vestirme, subía a la cocina para desayunar un delicioso té tibetano de leche (me hice adicta, sí) y esperar a que alguien me diera aventón al centro de meditación (o la mamá de la familia o el hijo mayor, exactamente de la edad del mío). Luego, pasaba unas 12 horas en el centro, más o menos, incluyendo enseñanzas, traducción, meditación, comida, más enseñanzas, más traducción, más comida, y más enseñanzas y más traducción. Y finalmente, un aventón de vuelta a casa, un tarro de té tibetano para antes de dormir, y a la cama. Y al día siguiente, vuelta a lo mismo. Como un día de la marmota, luminoso e intenso. Algunos de mis compañeros de retiro decían que sentían que habían pasado en el centro más de dos meses. "¿Dos meses?", contesté yo, "¡una vida entera!".

Y, claro, después de toda una vida, supongo que no es tan fácil regresar a la vida anterior. Además, no se regresa del todo, pues uno realmente no vuelve del viaje, no del mismo modo que antes. Quizá lo más sorprendente, y díficil a ratos, sea la atracción que los viejos patrones que se quedaron en nuestro espacio habitual vuelven a ejercer sobre nosotros. Y no en abstracto, por supuesto. Es decir, la tentación que me da volver a caer en lo mismo que me tenía atrapada antes de partir: la nostalgia, aunque siempre es una oportunidad fresca para constatar, una vez más, que de verdad ya no estás en mi vida. (Quizá nunca estuviste...) Y aspirar a seguirme desprendiendo de lo que me resulta inútil, sabiendo que quizá la tierra nunca vuelva a ser firme y eso está bien.

Y para colmo, o nomás porque sí, hoy es el día de la Noche de Sant Joan (una más que se me escapa en la ciudad condal...)

domingo, 21 de junio de 2015

.v.e.n.t.a.n.i.l.l.a.


ventanilla.
(Del dim. de ventana).


2. f. Abertura provista de cristal que tienen en sus costados los coches, vagones del tren y otros vehículos.


Resulta que en español usamos el diminutivo de ventana. [(Del lat. ventus). 1. f. Abertura más o menos elevada sobre el suelo, que se deja en una pared para dar luz y ventilación], para referirnos a esos huecos cerrados con un material transparente que tienen, por ejemplo, los aviones. En inglés se usa el mismo vocablo: window, lo cual no cambia el uso que les damos.

A mí me da miedo volar, siempre me ha dado, pero con el tiempo he buscado maneras novedosas de enfrentarme a ese temor. Una de ellas es pedir, justamente, el asiento junto a la ventanilla y, así, obligarme a ver para afuera y disfrutar la vista. Esta estrategia conlleva además la ventaja de ayudarme con la claustrofobia que me produce estar encerrada en un armatoste a miles de metros del suelo y no poder bajarme, ni asomarme, cuando se me dé la gana.

Esto funcionaba bien cuando a uno se le permitía escoger asiento en el avión, pero hoy en día los privilegios de quien se mueve por el aire cada vez cuestan más. Así que cuando vi que para elegir asiento tenía que pagar no sé cuántos dólares más, decidí conformarme con el que el azar me asignara: el de en medio de tres, por supuesto, en un vuelo de aproximadamente cuatro horas (de Houston a Seattle). Con la edad también he aprendido a pelearme menos con las circunstancias de la vida que no puedo cambiar, así que me acomodé en mi asiento entre dos hombres cero comunicativos, que iban, como el resto de la población de la aeronave, conectados o a algún aparato electrónico (teléfono, Kindle, iPad, laptop, gozando del wifi en mitad del aire) o a la pantalla que ofrecía, previo deslizamiento de la tarjeta de crédito correspondiente, entretenimientos varios en la parte de atrás del asiento situado enfrente.

Y yo ahí atrapada y con mi espacio vital reducido al mínimo. Pero lo más sorprendente de la experiencia fue que, para disfrutar el máximo del mundo virtual, todos los pasajeros sentados en las ventanillas las llevaban cerradas. Por más que alargaba yo el cuello para encontrar una abertura que me dejara ver el cielo, las nubes, los rayos del sol a punto de acostarse, todo era inútil y eso que era la tarde-noche, o sea, ni siquiera la hora de la siesta.

Mi compañero de al lado, el de la ventanilla, de pronto subía la cortinilla de plástico, se asomaba medio segundo y la volvía a bajar. Yo intentaba atrapar algo de la vista de afuera, pero resultaba casi imposible. Entonces empecé a escuchar que una mamá (o una abuela) hablaba con un niño pequeño en el asiento de atrás, donde sí entraban la luz y el cielo, señalándole el paisaje para distraerlo de sus incomodidades. Pero desde mi sitio era imposible compartir la vista. En una de esas, mi vecino de la izquierda abrió "su" ventanilla y yo, descaradamente sí, me le puse casi encima para ver para afuera y creo que entendió el mensaje, porque no la volvió a cerrar. Y me encontré con una de las vistas más espectaculares: las Montañas Cascade, rodeadas de nubes, encendidas por el sol del atardecer. No entendía cómo era posible que los demás pasajeros se perdieran el espectáculo.

Afortunadamente, mi compañero de vuelo no solo no volvió a cerrar la ventana, honrando así mi emoción por ver hacia afuera, sino que se durmió algunos minutos permitiéndome hacerle algunas fotos al imponente Monte Rainier:



Y como me dijo Lama Tenam, con quien hablaba de mi experiencia cuando me recibió en el aeropuerto: "Tenemos ventanas, pero no queremos ver..."


viernes, 19 de junio de 2015

Luminous-Emptiness



When all clinging is exhausted, one rests the mind in that state.

seattle 2015
Cuando todo el aferramiento se agota, uno descansa la mente en ese estado.



Compuesto por Khenpo Tsultrim Gyamtso Rinpoché, en Karma Dzong,
Boulder, Colorado en octubre de 1995.


Traducido al inglés por Sarah Harding en 1995.
Traducción al español e imagen, mías.

martes, 16 de junio de 2015

luminous empty 2


seattle 2015
Las flores de verdad son mucho más bonitas que las de plástico, en parte debido a su impermanencia. La gente aprecia las estaciones, el otoño y la primavera, porque las estaciones son un proceso de cambio. Cada estación es un tiempo precioso. De esta manera, la impermanencia es belleza.
>Chogyam Trungpa Rinpoché<


Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.

martes, 2 de junio de 2015

hallazgo 3


Me siento en la banca del jardín mientras espero. Un destello de luz captura mi mirada. Un brillo balanceándose. Una pavesa que se mece con el viento. Viaja por un hilo. Ahora se ve. Ahora no. El hilo lo tejió una araña, entre una planta y otra.

La telaraña existe solo cuando la luz la toca. Yo solo podía existir cuando la luz de la mirada de mi madre me tocaba. No me veía mucho. Siempre sentí que estaba al borde de la inexistencia.

Me ha pasado la vida buscando esa luz, esa mirada, que me haga existir. Me he pasado la vida buscando quien me ilumine, con amor, con desprecio, como sea. Intentando siempre una forma diferente de lograrlo. Ahora sí. Ahora no.

Descubro que ya no hace falta que lo siga haciendo. Mi madre murió hace más de diez años.

Hoy puedo romper la maldición.

lunes, 1 de junio de 2015



Gracias, Fuen.

h.o.g.a.r


« Para mí, el hogar no fue nunca un lugar; era una sensación.
Era la manera en que las personas que amé decían mi nombre. »


Me encontré esta cita, de fuente desconocida, en la página de Facebook de Jonathan Carroll. Me encantó y la traduje. 

Luego me puse a pensar de qué otras maneras podría describir esa sensación de hogar, tan escurridiza a veces. De afuera me llegó una respuesta:

Un pajarillo de cabeza roja se para en el quicio de mi ventana y trina hasta que volteo y lo saludo. Entonces reemprende el vuelo.

El hogar quizás sea también allí donde la luz ilumina las hojas convirtiéndolas
en brillantes haces de colores.

imagen mía


Y sí, hace una vida era estar entre sus brazos...