sábado, 31 de octubre de 2015

“La cumbre escarlata”

No soy muy afecta a las películas de fantasmas, pero de vez en cuando se me cruza alguna en el camino que resulta ser muy interesante (me vienen a la cabeza Los otros de Alejandro Amenábar o Sexto sentido de M. Night Shyamalan, por ejemplo). En esta ocasión se trata de un film del director mexicano Guillermo del Toro: Crimson Peak en su título original en inglés. Me gusta mucho casi toda la fimolografía de este creador, así que convencí a una amiga de ir juntas a verla y, como confía en mis decisiones cinematográficas, se apuntó.

Sin duda fue una buena elección. En el nivel más superficial, el juego de imágenes que propone del Toro es bellísimo. Trajes hermosos en los que se cuela la luz a través de las mangas abombadas, pendientes translúcidos (rojos los de la protagonista, azules los de su antogonista), una mansión en ruinas en cuyo interior llueven hojas o partículas de polvo que brillan mientras caen, y más rojo: el de la arcilla, el de la sangre, en contraste con el blanco de la nieve. Tampoco podía faltar un artefacto, tan del gusto de Del Toro, que en este casi sirve para extraer la arcilla roja de las entrañas de la tierra. Y, según mi interpretación, también las historias y pulsiones del inconsciente, igual de encarnadas.

Y ese, justamente, fue el nivel que más me enganchó de la película: toda la trama subyacente al espectáculo visual. El tema principal es el amor, en diversas manifestaciones: desde el paternal (entre la protagonista y su padre) hasta la ausencia del maternal (entre el protagonista y su hermana y su madre). Se explora la manera en que estos amores primeros determinan nuestra forma de ver la vida, aunada a las experiencias de pérdida que no se quedan quietas hasta que no se procesan y se acomodan. En este sentido el viaje de Edith, la joven escritora americana, huérfana temprana, enamorada del  "baronet" inglés venido a menos, tiene que hacer una suerte de periplo, no solo externo, sino en sus propias entrañas, para dar cierre finalmente a la muerte de su madre y luchar por el amor luminoso, tanto liberando al amante condenado como abriéndole un espacio al amante real. El amor monstruoso, estupendamente representado por Lucille, la hermana del noble, es llevado a sus últimas consecuencias en un tour-de-force entre ambas mujeres. Completan el repertorio los dos amantes hombres (Thomas y Alan) junto a una serie de fantasmas que pasan de ser visiones aterradoras, a ser lo que son: seres que sufren, que necesitan ayuda y están dispuestos a prestarla.

En suma, un Guillermo del Toro excelente. Anoche hasta me soñé en medio de una historia de amor en la nieve, con todo y un perseguidor, aunque desperté sin saber el desenlace.



Edith (Mia Wasikowska) y Lucille (Jessica Chastain)
en uno de sus primeros encuentros antes de

llegar a la cumbre escarlata


miércoles, 28 de octubre de 2015

súper hallazgo (9)


¿Qué sucede cuando depositamos toda nuestra confianza en una persona y esta persona nos defrauda? Según Acharya Tashi, amigo y maestro, es simplemente una manifestación de la impermanencia. En ningún lugar estaba escrito que esa persona actuaría siempre de la misma manera. Entonces, ¿por qué nos sorprendemos? Pues porque no acabamos de entender la naturaleza transitoria de todos los fenómenos. A nivel racional pareciera que sí, pero nos seguimos relacionando con las personas o con las cosas como si no fueran a cambiar. ¿Cómo sabemos que hacemos esto? Porque nuestra reacción emocional es excesiva. En última instancia quienes nos causamos el sufrimiento somos nosotros mismos. No hay a quien culpar allá afuera. 

Acharya Tashi daba esta plática frente a un grupo grande de personas interesadas en estos temas, dentro del contexto de un programa sobre la muerte y el morir desde la perspectiva budista con Dzogchen Ponlop Rinpoché. Yo lo traducía y sentía que me hablaba particularmente a mí.

Como diría mi tía Marisa: "Tantos años de marquesa y no saber mover el abanico..." Menos mal que siempre hay tiempo para seguir meditando e intentar llevar a la práctica las enseñanzas.

viernes, 23 de octubre de 2015

Aspiración


La lluvia ya no me habla de ti. Cae suave. Es octubre. Huele a tierra mojada, como si fuera junio. O julio. Pero el aire es de otoño. Frío. Premonitorio.

La lluvia ya no me habla de ti. Pero tu ausencia permanece. Indeseable y pertinaz. Ojalá se la lleve la lluvia. En octubre. Antes de que lleguen los muertos. Para que ya no me hable de ti.

martes, 20 de octubre de 2015

Invitado: Chogyam Trungpa Rinpoché




Cuando empezamos a mirar más allá de la dualidad, vemos que no se trata nada más de vacío e inexistencia. Nos empezamos a dar cuenta de que más allá del reino del ego, aún hay una viveza, una vitalidad, una fuerza y una energía tremendas. Esta vivacidad y energía es luminosa y brillante y contiene una sabiduría enorme.


Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español e imagen, mías

domingo, 18 de octubre de 2015

l i b é l u l a


En Santiago Tepetlapa

libélula.
(Del lat. cient. libellŭladim. de libelladim. a su vez de libra, balanza; porque se mantiene en equilibrio en el aire).
1. f. Insecto del orden de los Odonatos, de cuerpo largo, esbelto y de colores llamativos, con ojos muy grandes, antenas cortas y dos pares de alas reticulares, que mantiene horizontales cuando se posa. Pasa la primera parte de su vida en forma de ninfa acuática, muy diferente del adulto.

sábado, 17 de octubre de 2015

Invitada: Jetsunma Tenzin Palmo




Aspiración para ir más allá del samsara


La mayoría de la gente se siente suficientemente cómoda en el samsara. Realmente no tienen la aspiración genuina de ir más allá del samsara; solo quieren que el samsara sea un poquito mejor. Resulta muy interesante que "samsara" se convirtiera en el nombre de un perfume.  Y así es. Nos seduce haciéndonos pensar que está bien; el samsara no está tan mal; ¡huele rico!  La motivación subyacente para ir más allá del samsara es muy rara, aun para las personas que acuden a centros de Dharma. Hay mucha gente que aprende a meditar y demás, pero el motivo subyacente es que tienen la esperanza de sentirse mejor. Y si al final acaban sintiéndose peor, en lugar de darse cuenta de que esto podría ser un buen signo, piensan que hay algo mal con el Dharma. Siempre estamos buscando sentirnos cómodos en la cárcel. Podríamos pensar que, si pintamos las paredes de la celda con un lindo tono verde pálido y colgamos algunos cuadros, dejará de ser una prisión.



  Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.

viernes, 16 de octubre de 2015

hallazgo 8

o del poder de la infatuación

Recurriendo a la RAE, recorrí el camino desde este sustantivo (1. f. Acción y efecto de infatuar), pasando por el verbo (infatuar: 1. tr. Volver a alguien fatuo. U. t. c. prnl.) para llegar, finalmente, al adjetivo y encontrar algún sentido a lo que (me) quiero explicar:

fatuo, tua.
(Del lat. fatŭus).
1. adj. Falto de razón o de entendimiento. U. t. c. s.
2. adj. Lleno de presunción o vanidad infundada y ridícula. U. t. c. s.

El descubrimiento en esta ocasión tiene que ver con mi propensión a infatuarme casi ante la menor provocación, que puede oscilar entre lo amoroso y lo laboral, por nombrar dos instancias. "Volverme fatua" consiste, en mi caso, en renunciar a la razón y al entendimiento, dejándolos de lado (o en el fondo de un armario durante un largo rato) para darle vuelo a la fantasía de salvación de la que me creo protagonista. Es decir, o se aparece en mi vida aquel primer amor que me jura amor y compañía eternos (y yo me lo creo) o la mejor jefa del universo, ofreciéndome al trabajo de mis sueños (y yo me lo creo). Y en creyéndomelo, me olvido de todo lo demás que compone mi realidad cotidiana y me aviento al precipicio sin paracaídas y con los ojos vendados.

Del primer escenario, este blog siguió en gran detalle la historia iniciada más o menos a finales del año 2013, concluida en agosto del 2014 y aún en procesamiento de su desenlace aquí y ahora.

En el segundo escenario he andado transitando el último mes: desde que me ofrecieron un trabajo nuevo, que me encantó, pero que me llevó de nuevo al borde del precipicio, es decir a estar dispuesta a cerrar mi trabajo actual como maestra de secundaria teniendo una garantía mínima de la propuesta nueva.

Pero me di cuenta a tiempo de que estaba, otra vez, sintiéndome salvada desde afuera sin asumir plena responsabilidad desde adentro. A esto me ayudó, con una perspicacia sorprendente, la directora de la escuela, quien me hizo ver que podía no romper con todo para iniciar algo nuevo, sino hacerlo con pasos más cautos.

Así que hablé con la jefa nueva y pude explicarle que no reculaba, pero que sí necesitaba hacer el aterrizaje más despacio, con cierta audacia pero también cuidándome a mí misma en el proceso. Y lo entendió y yo también entendí más mi patrón al ponerle palabras antes de llevarlo plenamente a la acción.

Quizá se podría hablar de una infatuación medida, o sea, emocionarme, sí, pero sin renunciar a la razón y el entendimiento ni dejarme seducir por mi propia vanidad, infundada y ridícula (y bastante peligrosa). Ante mí queda, pues, el camino para seguir observando mi mente, familiarizándome con ella y renunciando a esa ilusoria salvación externa para concentrarme en la que ocurre a partir de mí misma.

sábado, 10 de octubre de 2015

Mañana de otoño


El día amanece pálido
Los trinos de las aves, distantes
Te colaste en mis sueños de madrugada
Y tu ausencia se quedó agazapada en mi pecho
Acechante, casi imperceptible

Ayer te conjuraba
Hoy me levanto pronto
Y abro las persianas para que el sol te destierre
Poco a poco y el espacio en mi pecho
Quede limpio de ti otra vez

viernes, 9 de octubre de 2015

transitoria 2


a morning glory in the afternoon

A estas alturas, he probado  plenamente la pena, pero ya
no quiero hablar de ella.
Solo digo: qué bello y frío otoño.
Xing Qijia

(a través de Jonathan Carroll, aquí
en mi traducción y con una imagen mía)

miércoles, 7 de octubre de 2015

Antítesis


Primero sueño que bailo en una especie de ronda: a momentos, sostenida por las manos de mis compañeros, vuelo, con una facilidad que me sorprende y me fascina.

Después sueño que he abandonado mi hogar y que me refugio en el de una amiga: me angustia no poder acordarme siquiera del día cuando debemos tirar la basura.

martes, 6 de octubre de 2015

Enseñanzas gatunas


Ñaña recuperándose de la anestesia
Desde hace unas semanas, empecé a notar que cuando mis gatas bebían agua del lavabo (deporte iniciado por la mayor y mal copiado por la chiquita), quedaban en el borde del mueble gotitas más o menos grandes de sangre. Primero decidí dejar pasar un tiempo para ver si desaparecían solas (viejo deporte mío). Cuando esto no sucedió, traté de detectar cuál de las dos gatas tenía el problema. No tuve éxito. Luego intenté revisarlas para ver si hallaba la fuente del problema. Y no tuve éxito. Finalmente llamé al veterinario y, por supuesto, me pidió que las llevara a consulta; todo un rollo con dos gatas y dos manos solo, pero lo logré.

Primero pasó la Ñaña. La vieron por arriba y por abajo. Todo bien, bueno salvo los dientes que requerirían de una limpieza pues llevaban acumulando sarro 12 años y eso podría, por supuesto, causarle problemas en el futuro. Luego pasó Khandro. La vieron por arriba y por abajo y y todo bien, hasta que, ¡oh sorpresa!, las pulgas empezaron a saltar a la mesa de exploración y con ellas sus desechos que, con un poco de agua, se convirtieron en gotitas de sangre (digerida, dijo la doctora, pero sangre al fin). Ahí estaba la fuente de la sangre en mi lavabo: unas pulgas que yo no había visto ni por casualidad.

Dos eran las soluciones posibles: una ampolleta en la zona de la nuca de cada gata cada mes durante tres meses (para cubrir el ciclo de vida de las pulgas) o sendos collares alrededor de su cuello durante ocho meses. Puesto que las gatas no salen de casa, de cualquiera de las dos maneras se solucionaría el problema. Opté por los collares. (Concluimos que fue Khandro la que trajo las pulgas de su lugar de origen y, como no las vi, se reprodujeron e invadieron mi casa usando a las gatas de turibús alimenticio.) No me detuve a pensar demasiado en mi hogar invadido. Los collares se encargarían del problema.

"¿Por qué no aprovechar y dejar a la Ñaña a su limpieza de dientes?", me planteé, al tiempo que me asombraba de este vínculo mascotil tan fuerte y hasta ahora desconocido para mí. Me preocupaba que se necesitara anestesia general para el procedimiento, pero decidí confiar en el veterinario. Volvería por ella al día siguiente para que el efecto de la anestesia se hubiera pasado ya. 

Así lo hice, pero cuando saqué a la Ñaña de la bolsa que uso para transportarlas, ya después de 24 horas de todo el rollo, apenas podía caminar. Se iba de lado. Las patas traseras no le respondían y se había hecho pipí en la bolsa (y en el coche, descubriría yo un par de días más tarde). Sin pensarlo ni un segundo, la cargué, la llevé al lavabo, esperé a que saliera agua caliente, la lavé, la sequé y me puse a llorar. ¿Y si nunca se recuperaba? ¿Y si a su edad, el procedimiento dental había resultado contraproducente? Y encima, mi hijo al otro lado del Atlántico, muy muy lejos.

También fue mi gata vieja un espejo de mi propio envejecimiento, del paso del tiempo, de los cambios en el cuerpo, del sufrimiento. (Eso sí, si ha vivido 12 años y esta es su primera limpieza, no creo someterla a otra.) Y también me permitió la Ñaña expresar mi compasión y mi cuidado sin cuestionarme nada. (Bueno, solo quería que Santiago me acompañara.)

Y vi más cosas: Cómo realmente no se quejaba, sino que simplemente se echaba para recuperarse, después de alguno fallidos intentos de subir al sofá o beber agua del lavabo, conmigo a su lado ayudándola. Supongo que no se lamentaba de la limpieza, de hecho, seguramente la pobre ni sabía qué le había sucedido. ¿Ignorancia o libertad?

La gata chica no la agredía, pero tampoco se le acercaba. Y esto no molestaba a la grande. (El drama que hubiera hecho yo...) Me pregunté si Khandro sentía empatía; parecía que no. Cada una seguía simplemente el fluir de su propia vida. Y yo de pronto volvía a llorar al sentir tan palpablemente la vulnerabilidad de la vida en otro ser y el reflejo de mi propia vulnerabilidad.

Al final del día, Ñaña se echó durante horas en la cama de Santiago. Antes de irme yo a dormir la ayudé a tomar agua y tomó. ¡Qué alivio! La acosté en la cama del estudio y me fui a mi cuarto, preocupada, pero menos. A la mañana siguiente la encontré mucho mejor, no totalmente recuperada, pero casi. Comió, usó su arena, volvió a beber y Khandro ya ha empezado a interactuar con ella otra vez. Continúa, pues, la vida...

Echando la siesta juntas de nuevo

lunes, 5 de octubre de 2015

Otoño continued


Hoy vuelve a caer el sol a plomo, después de varios días de lluvia y montones de nubes.
Los pies se me empiezan a calentar, apenas.
El corazón, aún no.

domingo, 4 de octubre de 2015


Anoche soñé contigo. No fue un sueño lúcido. Nos casábamos después de más de 400 días de ausencia.

Tu madre nos cantaba una canción. Se veía contenta.

También nos desnudábamos.

A medias tintas, me rozaron la nostalgia y la sorpresa.
No fue un sueño lúcido.

sábado, 3 de octubre de 2015

Dos mariposas blancas


De vuelta a casa una mariposa blanca revolotea muy cerca de la ventanilla de mi coche. 
"Recuerda que ya no son cartas de amor", me digo.
Sigo andando y otro mariposa blanca se acerca revoloteando al auto.
"¿Y si fueran?", me pregunto.

viernes, 2 de octubre de 2015

Sábanas limpias


No me acuerdo cada cuánto se cambiaban las sábanas en casa de mis papás cuando yo era niña, pero sí recuerdo el placer que me daba el tacto ligeramente rasposo y el olor más o menos sutil a detergente de las sábanas recién puestas. También recuerdo lo poco que duraba.

En mi casa, hoy, cambio las sábanas cada dos semanas (me parece un gasto inútil de agua hacerlo más seguido) y aunque lo intento, no he vuelto a encontrar la sensación que me dejaban las sábanas limpias de mi infancia.