Con la parsimonia de sus muchos años, la anciana va formando montoncitos de ciruelas. Son ésas de hueso enorme, alargado, y poca carne, de piel naranja y pulpa amarilla, típicas de Morelos en época de muertos, recuerdo de la casa de mi abuela Rosa, del enorme ciruelo que nunca me atreví a escalar.
Cada montón parece una pirámide: sobre una base ancha formada por varias frutas, la mujer coloca las demás, una por una, piso por piso, hasta rematar con una última ciruela en la punta. Hace su labor como si fuera la única acción posible en el universo. No voltea, no se distrae, no habla. Sólo respira con cada movimiento de su mano. La mesa en la cual se exhibe la cosecha está cubierta por un mantel blanco y descansa sobre la banqueta, a orillas del empedrado sobre el cual circulo con demasiada prisa.
Al final de la calle, alcanzo a ver la cresta de un gallo que cruza despreocupado, de ida y vuelta, indiferente a los automovilistas.
"Hace su labor como si fuera la única acción posible en el universo..."
ResponderBorrarHay acciones únicas sin duda sobre la faz del Universo"
Nadie salvo ella podría cumplirla. Igual que nadie puede cubrir la acción observadora que usted deposita sobre ella.
También hay aparatosos silencios sobre los que nadie puede colarse, sobre los que nadie podría penetrar.
Acción y devoción, únicas caras de la misma moneda.
Un abrazo desde el otro lado del charco, ahora repleto de agua otoñal,
Db.
(adoro las altas horas de la madrugada en las que nada sucede, salvo la lluvia..)
Nite nite, sleep tight.