miércoles, 15 de junio de 2011

Tarde de junio

Los tabachines están terminando de florear. De sus ramas cuelgan hoy vainas largas llenas de semillas. Mi hermano y yo las usábamos como espadas cuando librábamos batallas inocuas en la casa de Cuernavaca donde vivían nuestros abuelos. También servían como sonajas o maracas.

Hoy no puedo ni hablar. Mi garganta se ha quedado sin voz.

Qué lejos están esos recuerdos. Qué sola me siento hoy mientras los tabachines dejan de ser naranjas. Ya florecerán otra vez el próximo año. Y tal vez entonces mi vida esté más despejada y me sienta yo más plena en mi soledad.

Quizá entonces pueda disfrutar más las flores y lamentarme menos por su fragilidad.


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