Juana dice que septiembre es el mes cuando más llueve. Yo ni cuenta me había dado, pues otoño ya no me sonaba a lluvia. Lluvia, en mi tierra, la del verano, húmedo y nublado.
Pero Juana tiene razón: anoche el agua volvió a arremeter. Lo supe en la madrugada, cuando salí a llevar a mi hijo al transporte y vi las baldosas empapadas y la niebla que se cernía sobre nosotros, haciéndose pasar por luminosidad apagada.
Y con todo y la fuerza de la lluvia de septiembre, su recuerdo sigue arremetiendo en mi interior, colándose en mi psique desprevenida.
Ya llegará el invierno...
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