lunes, 6 de mayo de 2013

Conversación imaginaria

Yo: Alguien que escribe que (y cito) su papel es un llano en llamas, doliente hoy, seco y desolado, no puede decir que sus escritos sean una basura.

Tú: Ya te dije que mi caso es triste. Tanta palabrería para decir que no escribo como quisiera y que si quisiera escribir ni siquiera sabría cómo carajos hacerlo, porque no sé ni cómo quiero escribir.

Yo: Bueno, eso es escribir. Basura es suciedad, residuos desechados y otros desperdicios, estiércol de las caballerías, cosa repugnante o despreciable y, en el menos malo de los casos, se usa como aposición para indicar que lo designado por el sustantivo al que se pospone es de muy baja calidad, y ya sabes de dónde me estoy plagiando las definiciones...

Tú: Escritura basura, entonces.

Yo: No te quieras pasar de lista, que quien se cuestiona lo que te cuestionas está mucho más allá de cualquier tipo de basura. Podrá tener calentura. Podrá no serle suficiente ni una ducha fría ni masturbarse, pero la mera existencia de sequía y desolación es un augurio de escritura, de las buenas, de esas que salen de las entrañas y luego se pasan por el tamiz de las letras.


Para quién, sino para Fernanda, que  me incita a inventar diálogos

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