miércoles, 12 de junio de 2013

antes de comer


Me asomo por la ventana de mi cuarto y descubro una parvada de pájaros revoloteando cerca de una barda de piedra. Son pequeñas aves pardas que dan vueltas haciendo en el aire figuras de óvalo o de infinito. En el piso, sus perfectas siluetas negras -regalos del sol de mediodía- reproducen la coreografía. Mientras disfruto del espectáculo, me doy cuenta que sus movimientos tienen un propósito: alcanzar unos tubos de desagüe blancos que protruyen entre las piedras.

Quizá se acercan en busca de restos de la lluvia de anoche. Quizá buscan lugares donde anidar. Quién sabe.

El despliegue se prolonga durante varios minutos. Pero cuando por fin convenzo a Santiago de que se levante a verlo, ya no hay pájaros ni sombras ni indicio de su danza.

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