martes, 2 de julio de 2013


Cuando regreso de nadar, me encuentro un insecto rojo, quieto sobre el dintel de la puerta de la terraza. El mosquitero está cerrado; el bicho, atrapado en mi casa.

Lo recojo -suave- con una hoja de papel, abro la puerta y lo deposito sobre una planta. Entonces me doy cuenta de que es ella, una catarina (mariquita, vaquita de san antonio, chinita, maruxiña) sin manchas negras.

Corro por la cámara y cuando me dispongo a disparar, emprende el vuelo liberada. Mi mirada la sigue hasta que ambas se disuelven en el espacio frente al balcón.

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