viernes, 19 de julio de 2013

***plumón***


A propósito de mi abuela Rosa, a quien me encuentro citando con mucha más frecuencia de la esperada, hace algunas semanas o meses traducía un texto que me llevó a confirmar el significado del vocablo "plumón" en el diccionario y me encontré lo siguiente:

1. m. Pluma muy delgada, semejante a la seda, que tienen las aves debajo del plumaje exterior.
2. m. Colchón lleno de esta pluma.

La primera acepción era la que me hacía falta, pero la segunda me transportó de inmediato a la recámara de mi abuela en la casa de Cuernavaca que compartía con mi abuelo Óscar.

Con razón me sonaba el término.

Mi abuela tenía una habitación enorme, con una cama enorme también (o al menos así me lo parecía de niña) que lucía una colcha color palo de rosa. En la cabecera, en lugar de almohadas o encima de ellas (no lo recuerdo), había una especie de cilindro largo y duro, forrado de la misma tela que la colcha, cuya función debió haber sido meramente estética. Al pie de la cama estaba el famosísimo "plumón", una almohada de proporciones descomunales, rellena quizá de las mentadas plumas muy delgadas. Dejarnos caer sobre él y hundirnos era uno de los mayores placeres infantiles de mi hermano y mío, sobre todo si mi abuela no andaba cerca para decirnos que tuviéramos cuidado con la funda. La cubierta del plumón era de tela blanca con un intrincado bordado de colores hecho en punto de cruz y "muy delicado", según advertía doña Rosa, cuando nos encontraba hundidos en su súper almohada o a punto de hacerlo.

Recordar la sensación de contención y de contento de estar en el plumón de mi abuela Rosa es casi tan fuerte como si estuviera paladeando algún sabor de aquella época. No sé bien por qué, puesto que esa abuela fue un personaje más bien conflictivo en mi infancia, aunque realmente no lo supe hasta que llegué a la adolescencia. Sí sabía que no era la mamá de mi mamá, sino su madrastra (¿abuelastra mía?), pero era con ella con quien mi hermano y yo pasábamos todos los fines de semana, acompañados por mis papás, y las largas vacaciones de verano, sin ellos. Hasta que al llegar a los 17, las relaciones con Rosa se rompieron por completo después de que mi madre le vendiera a los sobrinos de ella su mitad de la casa (mi abuelo las había heredado a ambas por igual). Entonces dejamos de ir a visitarla y mi madre nos confesó cómo la había odiado desde siempre. (Me parece que yo volví en una ocasión, muchos años después, a presentarle a mi futuro esposo.)

Entonces, yo no entendí bien por qué mi mamá nos había dejado al cuidado de su madrastra durante tantos años. Lo que es cierto es que yo no pude hacer mío su odio y conservo de mi "abuel", como le decíamos mi hermano y yo de cariño, innumerables recuerdos, dichos, historias y alguna que otra experiencia menos agradable. No por nada se sigue apareciendo en mi vida, entre mis letras o en mis fotos de flores... 

Por cierto, que la RAE también incluye una tercera acepción de plumón:

3. m. El Salv. rotulador (‖ instrumento para escribir o dibujar).

Aunque vaya usté a saber por qué la limita a El Salvador. Por lo menos en México también usamos una variedad de plumones para escribir, dibujar y rotular...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario