viernes, 4 de octubre de 2013

de tlacuaches y recuerdos


Crecí oyendo a mi pá (en tono suave y bromista): "¡aguas con el tlacuache!".  Nos lo sigue diciendo a sus noventa, cuando salimos al jardín, me cuenta Fuen, a propósito de un enlace que sobre estos mamíferos didelfimorfos compartí en mi feisbuc ayer. Aquel tlacuache que los acompañó a ella y su familia (hermanos, hijas, sobrinos) murió hace poco, pero no se atrevió a contárselo a su papá.

Estos bichos, que a mí me resultan muy simpáticos aunque haya quienes digan que son ratas gigantes sin pelo en la cola, también han estado presentes en mi mundo. De chica, en la casa de mi abuela Rosa, no recuerdo haberlos visto, pero sí haberlos oído mentar con frecuencia, no sé si como amigos o como enemigos.

Fue hace 17 años cuando su presencia fue fundamental en mi vida. Recién había nacido mi hijo y, como era de esperarse, se despertaba con frecuencia durante la noche, a veces con hambre, otras solo con ganas de acción. A veces lo paseaba en brazos su papá y abría alguna llave del baño o de la cocina o prendía una hornilla de la estufa para que el pequeñuzo se calmara con el sonido del agua o con la visión del fuego. Cuando me tocaba a mí, caminaba como zombi por el pequeño búngalo donde vivíamos, arrullando al bebé con el movimiento. Cuando llegaba a las puertas de cristal que de día se abrían para dar paso al jardín, me encontraba con un tlacuache, o tlacuacha quizá, que paseaba de noche buscando alimento. Entonces me detenía a verla y me sentía mucho menos sola. Recuerdo también que llegamos a dejarle fruta a nuestro visitante nocturno.

Y cuando el hijo tenía casi un año y medio, el padre me pintó en versión "Tlacuacha Eloísa" y me regaló el cuadro que aún cuelga de la sala de mi casa:



Años después supe que tlacuache era sinónimo de zarigüeya, que eran animales marsupiales y amigables y ayer me enteré que después de un periodo de gestación de 13 días, las crías pasan dos meses en el marsupio de la madre y otros dos, sobre su lomo aprendiendo sobre la vida. Y junto a mis alumnos aprendí que entre los indios cora, se dice que fue un tlacuache llamado Yaushu quien robó el fuego a los dioses para tráerselo a los hombres; fue durante esta empresa cuando se le quemó la cola y le quedó pelada.

2 comentarios:

  1. Que lindo relato!!
    Fue esta semana cuando Ara, la secretaria de mi trabajo me comentó que vió pasar un tlacuache frente al ventanal donde esta su escritorio, el tlacuache caminaba empapado con actitud resignada, meditabunda y cabizbaja. Que iría rumiando ese tlacuache?

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    1. Todos unos maestros los tlacuaches... ¡Gracias por pasearte por aquí, Ángeles, por leerme, por comentar! Así es como adquiere sentido a un espacio como este.

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