domingo, 24 de noviembre de 2013



Mi tía Olga cumpliría hoy 98 años, si recuerdo acertadamente su año de nacimiento. Esta foto, calculo, debe ser de los años cuarenta, cuando andaría ella en la década de los treinta. Durante mucho tiempo la tuvo colgada en su recámara y a mí siempre me encantó. Me parecía y me sigue pareciendo hermosa. Hoy vive en mi estudio y me acompaña durante horas mientras trabajo en mi computadora. Fue un regalo expreso de ella para mí. Tampoco es que necesite su retrato para recordarla. Ella está conmigo siempre: Cuando juego cartas con mi hijo y le indico la manera correcta de cortar la baraja o de repartir ("Así me lo enseñó mi tía Olga"), cuando me seco entre los dedos de los pies después de bañarme ("Así me lo enseñó mi tía Olga" y así se lo enseñé yo a mi hijo de muy pequeño - como sentía cosquillas me decía: "No, lo de mi tía Olga no...") o cuando me imagino qué consejo me daría en cuestiones de amor, de amistad o de trabajo.

La extraño, sí, y la extrañaré siempre. De ella sí recuerdo sus flores favoritas: los claveles rojos. Como no he fotografiado ningunos, le dejo, con el amor de siempre, esta rosa muy roja con unas gotas de rocío entre sus pétalos y la aspiración de que encuentre la felicidad y esté libre del sufrimiento.


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