domingo, 20 de abril de 2014

Domingo de Pascua


Que este año coincide con el penúltimo domingo de abril. Yo anoche soñaba con Ponlop Rinpoché, mi maestro, y al amanecer, un pajarillo, pequeño supongo por el timbre de su trino, se traía un alboroto enorme fuera de mi ventana. Al poco rato, sonaron las campanas de la Iglesia de Tlaltenango, a unas cuantas cuadras de mi casa, celebrando la Pascua, que la RAE define como: 2. f. En la Iglesia católica, fiesta solemne de la Resurrección del Señor, que se celebra el domingo siguiente al plenilunio posterior al 20 de marzo. Oscila entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Y a mí por cultura me tocó ser católica, eso que ni qué, aunque por decisión ya no lo sea.

Desde ayer se me ha venido un alud de recuerdos asociados a esta festividad, que según alguna amiga del feisbuc, en su versión pagana era una celebración de la fertilidad y la sexualidad, de la mano de la llegada de la primavera. El recuerdo más lejano tiene que ver con la búsqueda de huevos de pascua en la casa de la abuela materna de mi amiga Pilar (la más vieja de mis amigas, según su definición de mí - nuestra amistad data de los inicios de la primaria), una señora norteamericana ("Mama", le decíamos aunque no sé si se escribe así) retirada en Cuernavaca. Allí se trataba de huevos duros, pintados y no me acuerdo si éramos nosotros (Pilar y su hermano Roberto, mi hermano Román y yo) quienes los pintábamos o no, pero eso sí los encontrábamos escondidos en el jardín (tampoco recuerdo si nos los comíamos...).

Pensándolo bien, anterior a esa, están las memorias del jardín de niños en la Moderna Americana: Había festival de primavera, con triciclos decorados y niños disfrazados, e Easter Egg Hunt, supongo que con Easter Bunny y toda la cosa. Recuerdo sobre todo unas jardineras con unas plantas que echaban varas con flores moradas como de terciopelo y supongo que allí alguna vez encontré los anhelados huevitos o supe que habían estado (solía ser de las últimas en llegar a los tesoros escondidos).

Luego viene la casa del "tío" Achim, un barón alemán que fue amigo de mi abuelo Óscar, el padre de mi madre, y que se reunía con otra pléyade de "tíos" y nos invitaban a mi hermano y a mí, acompañados de nuestros padres, a la búsqueda de huevitos de chocolate envueltos en papel dorado. También en Cuernavaca, ahí no se salía al jardín, que se desplegaba enorme ante la casa, sino que la actividad se limitaba al interior del recinto, lleno de adornos carísimos provenientes de todo el mundo, entre los cuales se encontraba el tesoro, acompañado del miedo de romper algo en el intento de llegar primero. La competencia era solo entre Román y yo, muy bien vestiditos y peinaditos, mientras los adultos tomaban la copa y nos miraban de reojo.

Con mi hijo, no recuerdo haber hecho nunca alguna celebración especial. Creo que a lo más que llegué fue a llevar cascarones de huevo a la escuela para que él y sus compañeros los pintaran y los habrán buscado quizá, sin tanta alharaca. Ah, y cuando de joven, adolescente más bien, estuve en Barcelona, por mi familia medio catalana medio asturiana supe de la tradición de la mona de pascua, pero no llegué a estar en época de probarlas. Quizás algún día.

Y por si esto fuera poco, hoy el Domingo de Pascua coincide también con el que hubiera sido el cumpleaños 95 de mi querida querida Dasha, siempre presente, con más o menos intensidad, en mi vida. Cómo me gustaría poder platicar con ella hoy y ver su mirada cómplice y escuchar sus palabras siempre atinadas. Como cada año, unas flores para ella (estrellitas moradas de Chimal esta vez) con todo amor...



Y una foto más, de nuestra celebración cumpleañera particular hace cinco años (sus 90 y mis 46) en Tepoztlán:

En Las Marionas


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