martes, 20 de mayo de 2014

Viaje 1


con Javier, una vez compañero de cine
hoy compañero de vida

Hace prácticamente cinco meses, el último día del 2013 para ser más precisa, escribía aquí sobre mi propósito de visitar Lisboa antes de que se acabara esta vida. Jamás pensé que en un lapso tan corto aquella aspiración se haría realidad y menos aún que aquel cariño recordado y sanado entonces se convertiría en un reencuentro amoroso en las calles de la ciudad blanca, un poco más de 10,000 días después de habernos enamorado por primera vez. 


Tras el encuentro en Madrid, emprendimos la jornada nocturna a bordo del tren Lusitania que nos dejó en la Estación de Santa Apolónia en la capital portuguesa. El sueño se iba haciendo realidad y era difícil creérnoslo. Cuando llegamos, la habitación de nuestro hotel aún no estaba lista, así que después de tomar un café, salimos a caminar y a descubrir este sitio encantador.


Me da la impresión que mis palabras, aun acompañadas de imágenes, no logran transmitir la dimensión del recorrido, tan externo como interno. Cruzar el Atlántico para encontrarme con mi primer amor y descubrir que nuestra conexión era plenamente presente superó mis (nuestras, me atrevo a decir) expectativas, labradas a lo largo de las semanas previas al viaje y nacidas de sueños que parecían haberse ido esfumando a lo largo de tres décadas.



Como diría Itzel (o más bien, dijo aquí), Portugal tiene un algo que lo vuelve especial, un no sé qué que qué sé yo. Cansados del viaje, descansamos frente al Tajo que se funde con el mar, mientras escuchábamos a un músico callejero que cantaba en inglés (con ecos de Bob Dylan). Los ojos se me llenaron de lágrimas de emoción y de nostalgia y recordé un viaje a Europa en 1983, cuando a los 20 años crucé el charco para vivir a la aventura con mi amiga Jessica antes de iniciar la universidad. Quizá sería la conciencia de no ser ya aquella joven y la emoción de seguir siéndolo en algún lugar tantos años después, aventurándome de nueva cuenta.




Ahora empezaba a recorrer Lisboa de tu mano, amor, con la complicidad de Bruno Ganz, de Saramago, de Ricardo Reis y los otros Pessoas, de los acordes de fados pasados y presentes. Ahora Lisboa empezaba a ser, ese lugar ya conocido, que recordaba paseándola a tu lado, haciéndola nuestra, como quizá lo fue siempre, convirtiéndola en un sitio al que habremos de volver, de eso estoy segura...



8 comentarios:

  1. WOW!! Siento tu esencia y agradezco tu compartir...

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    1. Y yo agradezco tu compañía y tus abrazos, Susy, siempre...

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  2. Lo dejo por aquí, también:
    Adela, tan maravillosa Lisboa que no lo imagino como mejor lugar de encuentros y reencuentros. En la liga que pones a mi blog, que hace mucho no leía, dije que me gustaba más Oporto que Lisboa, ahora simplemente no lo sé. Portugal me fascina y no sabes el gusto que me da que haya sido una hermosa bienvenida.

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    1. ¡Gracias, Itzel, por seguir paseándote por aquí! Es un gusto seguir compartiendo lugares y experiencias...

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  3. Los días de nuestro reencuentro lisboeta siempre serán algo especialísimo en nuestra memoria, de eso estoy seguro. Nuestra Lisboa, desde aquella tarde en que en un cine barcelonés vimos juntos la película de Taner o, como dices, quizás desde siempre.

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  4. Precioso relato y lindo que recuerdes nuestro viaje, ha llovió pero fue lindo irnos y que ahí encontraras al ahora re-encontrado. Espero yo también un día ir a Lisboa, ahí se apareció la virgen de Fátima un 13 de mayo, muchos años después otro 13 de mayo nació mi hija a la que todos me decían que le pusiera Fátima, elegimos otro nombre pero las ganas de ir a ese lugar desde entonces las tengo. Besos A y R.

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    1. Cómo no recordar (aunque a veces se me escapen los detalles) aquel viaje. Lo que no recordaba o no sabía era la historia de la virgen de Fátima. Recordé, también, que en Santiago de Compostela, hablaste de usar el nombre de este santo algún día si tenías un hijo y fui yo quien nombré así al mío... Seguro aterrizarás por Lisboa algún día y te encantara.

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