viernes, 7 de noviembre de 2014

::o:t:r:o::a:n:i:v:e:r:s:a:r:i:o::


Que jamás imaginé fuera a ser así de triste, una despedida en vez de una celebración. Bueno en realidad, ni siquiera pensé hace 365 días que recordaríamos esta fecha. Hoy llega de nuevo, y tú y yo ya no estamos para festejarla.

Hace, pues, 8,760 horas (por aquello de jugar con la calculadora y distraer las lágrimas), el 7 de noviembre de 2013, que te mandé un correo titulado "Y si..." para proponerte que reiniciáramos una plática. Tú lo recibiste ya el 8, con esas 7 horas que muy pocas veces han dejado de estar en medio nuestro, y de inmediato contestaste que sí, que claro que podíamos reiniciar una plática. Y lo hicimos, platicamos, nos contamos más de media vida, recobramos lo sucedido hacía tres décadas y sanamos heridas viejas. Luego nos enamoramos otra vez y seguimos platicando, y chateando, y skypeando, y hasta hablando por teléfono, a la antigüita. Y luego nos vimos de tu lado del charco y luego nos volvimos a ver de mi lado del charco. Y nos amamos. Y nos besamos. Y lloramos. Y nos despedimos. E intentamos seguir amándonos. Y nos empezamos, también y a pesar de todo, a distanciar.

Hoy recuerdo aquel inicio y sigo llorando el final. Tan increíble uno como otro, me dijiste hace poco. Y yo te contesté que increíble era el reencuentro en el amor, sí, que el desenlace me parecía tristísimo...

Y como a mí seguirte platicando me escuece la piel todavía, le cedo la palabra a Cortázar, que fue también compañero nuestro durante estos últimos 12 meses:


El futuro
Y sé muy bien que no estarás
No estarás en la calle
en el murmullo que brota de la noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia los completos en los subtes
ni en los libros prestados,
ni en el hasta mañana.
No estarás en mis sueños,
en el destino original de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás,
o en el color de un par de guantes
o una blusa.
Me enojaré
amor mío
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
me pararé en la esquina
a la que no vendrás
y diré las cosas que sé decir
y comeré las cosas que sé comer
y soñaré los sueños que se sueñan.
Y sé muy bien que no estarás
ni aquí dentro de la cárcel donde te retengo,
ni allí afuera
en ese río de calles y de puentes.
No estarás para nada,
no serás mi recuerdo
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente trata de acordarse de ti.

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