miércoles, 16 de septiembre de 2015

Invitado: Jonathan Carroll


Los tres tamaños de la culpa

Nos pasamos la vida aprendiendo cómo racionalizar nuestra conducta imperfecta, pero déjenme decirles algo: Todo se reduce a los tres tamaños de la culpa. Punto. Final.

Cuando es pequeña, la podemos deslizar inadvertidamente en nuestro bolsillo y no pensar en ella durante el resto del día. ¿No hiciste tus ejercicios o no le escribiste a tu madre? ¿No hiciste la llamada que prometiste hacer? ¿No preparaste la rica sopa que habías planeado para la familia? Al carajo: El día fue suficientemente difícil y tú hiciste tu parte.

La culpa de tamaño mediano no cabe en el bolsillo y tiene que llevarse con torpeza en la mano como una barra con pesas o, cuando es muy grave, como un animal que se retuerce en cada mano. Sabemos que está ahí cada minuto, aunque aún encontramos formas de disminuir o trasladar nuestra incomodidad. ¿Estas teniendo un amorío y no eres amable con tu pareja porque estás gastando demasiada energía en este nuevo amor? Ve y cómprale al viejo amor un regalo obscenamente caro y pensado y en el tiempo que sí pasen juntos, sé tan apasionado y cuidadoso que resplandezcas en la oscuridad.

La culpa de gran tamaño te aplasta o te dobla tanto hasta el piso que, de cualquier manera, quedas inmovilizado. No puedes ni trasladar el peso ni escabullirte de abajo de él.

Original en inglés, aquí.
Traducción al español, mía.
¿Cómo llevarás tú la tuya?, me pregunto...

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