Del lat. chaos, y este del gr. χάος cháos; propiamente 'abertura', 'agujero'.
1. m. Estado amorfo e indefinido que se supone anterior a la ordenación del cosmos.
2. m. Confusión, desorden.
3. m. Fís. y Mat. Comportamiento aparentemente errático e impredecible de algunos sistemas dinámicos deterministas con gran sensibilidad a las condiciones iniciales.
Pues una de estas tres acepciones, o quizá una combinación de todas, define el estado en que me pongo cuando me enfermo. Enfermarme, las más de las veces (si no todas) implica algún tipo de cuadro físico aparejado a una "crisis emocional", como las describe mi hijo, que me atacan entre 3 y 4 veces al año, más o menos. Entonces, la confusión y el desorden se desbordan de mi mente y se van comiendo mi entorno, un poco cada día: La ropa usada se va acumulando en una silla en mi alcoba, luego en dos, luego encima de la mesa que vive ahí también. La cama se queda sin hacer varios días y las cobijas se confunden con las sábanas y estas con las almohadas. Al librero del cuarto le salen botellas (vacías, llenas, semillenas, casi vacías) de agua, o de refresco medicinal (léase Sidral), cajas vacías de pastillas para la cabeza, billetes o monedas de algún cambio y los aretes de los últimos días van quedando unos sobre otros, con los ganchos confundidos o enredados.
El patrón del resto de la casa adquiere un tono parecido al del cuarto, pero bastante menos extremo (o no, según los días de crisis). Los trocitos de cartón que la Khandro le desprende a su rascador empiezan a desparramarse por las losetas, hay más trastes de lo común en el fregadero, se vacía la olla con agua hervida, o alguna pieza de ropa ya limpia y seca opta por quedarse a dormitar en el sofá de la sala. O sea, el caos repta apoderándose del espacio.
Y mientras tanto, yo voy encontrando alguna pieza, mínima o no tanto, que empieza a cuadrarme y los pedazos de mí misma comienzan, poco a poco, a encontrar un acomodo, ligera aun imperceptiblemente diferente, y de nuevo transitorio, eso que ni qué. Y entonces alcanzo a llevarme un vaso usado a la cocina, a aparejar calcetines y meterlos en su cajón y ya, en pleno esplendor, a barrer los cartoncitos del piso.
Y entonces el caos se cuela por otro sitio y va y se acurruca debajo de la colcha de mi cama, recién hecha esta mañana:
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