lunes, 12 de septiembre de 2016

Invitado: Dzongsar Khyentse Rinpoché


En general, los seres humanos prefieren encajar en la sociedad, siguiendo las reglas aceptadas de etiqueta y siendo gentiles, educados y respetuosos. La ironía es que esta es también la forma en que la mayor parte de la gente imagina que debería de comportarse una persona espiritual. Cuando vemos que un presunto practicante del dharma se porta mal, movemos la cabeza con desaprobación ante su audacia de presentarse como un seguidor del Buda. Sin embargo, es mejor evitar tales juicios porque "encajar" no es lo que un practicante genuino del dharma se esfuerza por lograr.

Piensa en Tilopa, por ejemplo. Se veía tan estrafalario que si se presentara hoy en el umbral de tu puerta, seguramente te rehusarías a dejarlo entrar. Y tendrías razón. Lo más probable es que estuviera completamente desnudo; con suerte, podría traer puesto algún tipo de taparrabos; su pelo jamás habría conocido el champú, y asomándose por su boca, alcanzarías a ver la cola temblorosa de un pez vivo. ¿Cuál sería tu juicio moral de un ser así? "¡Él! ¡Un budista!" Así es como funciona nuestra mente teísta, moralista y crítica. Por supuesto, que la moralidad no tiene nada de malo, pero el punto de la práctica espiritual, de acuerdo a las enseñanzas del Vajrayana, es ir más allá de todos nuestros conceptos, incluyendo aquellos de moralidad.



Original en inglés, aquí.
Traducción al español, mía.

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