martes, 31 de julio de 2018

Tepoz ̴ s i e m p r e



Vivir en Cuernavaca implica que Tepoztlán forma parte de tu vida. Porque tienes amigos que viven allá y van y vienen a Cuerna, o nomás se quedan en Tepoz. Porque alguna vez pensaste en mudarte allá, aunque luego optaste por solo ir de visita. Porque vas con más o menos frecuencia, pero siempre sabes que está ahí. Porque cuando vienen amigos de fuera (o novios), es un destino obligado. Porque es precioso. Y se come rico. Y cuando vas te sientes como en tu casa. A gusto.



Para mi hijo, Tepoz está, sin duda, entre sus lugares en el planeta. Pero a veces pasa que nos olvidamos de ir y se pasa el tiempo. Este domingo, Santiago y yo hicimos plan. Y fuimos.





Salimos tarde. Había tráfico. Llegamos y había más tráfico, pero tuvimos suerte incluso de encontrar lugar en "nuestro" estacionamiento. El señor que lo atiende se ve bastante mayor que la última vez que fuimos. (Así he de verme yo también. Y qué decir de Santiago que empezó a ir a Tepoz de bebé...)





Y entonces fuimos al mercado a "Los (incomparables) Chinelos" a echar la queca. Y el itacate. Y el taco de cecina. Y otro itacate. Hemos ido ahí desde hace años. Hasta nos conocen y nos reconocen. Y acompañamos la comida con agua de pepino y con agua de alfalfa y jenjibre (y algo más). Y escuchamos una banda, cuya música reverberaba por entre todos los puestos. Y pasaban los perros. Y los niños. Y una señora vendiendo amaranto (le compramos). Y otra vendiendo chocolate o flores.




De ahí, se me ocurrió ir a comprarles rompope a las monjitas que lo suelen vender en el atrio de la iglesia. Y, ¡oh tristeza!, el templo y el excovento están cerrados, separados de la gente por una malla, por seguridad, supongo, puesto que aún lucen las heridas que produjo el terremoto del pasado septiembre. (Yo había ido una vez desde el temblor, pero no me había asomado a la iglesia).

Hace casi un año y el culto se ha mudado afuera, a un lugar temporal, junto al que se se construye uno "menos" temporal. Y el templo, abandonado. (Eso sí, se aprovechó el terreno para sembrar una milpa.)


(Las monjas no estaban.)




para Santiago  ̴  siempre



Y la vida sigue transcurriendo porque es lo que la vida sabe hacer. Transcurrir. A pesar de los nudos.

Cerramos nuestro visita a Tepoz en Los Buenos Tiempos, como solemos hacerlo, con un capuchino y un mezcal y buena plática. 

Y de camino al coche, compré incienso, vi pulseras huicholas, saqué más fotos y les eché ojo a unos pantalones.

Así un paseo dominical en Tepoztlán, que tiene también un poco de viaje en el tiempo: Por ahí se pasean mis recuerdos de otros tiempos, de la mano de otra gente, de otra vida, junto al presente de hoy, que mañana será memoria solo... 

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