sábado, 4 de agosto de 2018

seis de diez


Lo mío con Saramago es una historia de amor. Y todo empezó con este libro. Me lo regaló Adrián, por Navidad o por mi cumpleaños, hace casi 20 años. Antes de que su autor ganara el Nobel. Y caí rendida a sus pies. Tanto que no paré y me seguí leyendo (casi) toda su obra. Enamorada por completo de lo que dice y de cómo lo dice. Como si me conociera y me hablara. Y, así, también me enamoré de Lisboa antes de conocerla, junto a Ricardo Reis y con la historia del cerco. Y soñé que Saramago me besaba y me decía que se había inspirado en mí para su Blimunda. Y lloré en la regadera mientras escuchaba en la radio la noticia de su muerte. Y me leí también sus diarios, con esa sensación de entrar en la intimidad de alguien con su permiso. Y he soñado con ir a Lanzarote y conocer el lugar donde vivió. Y visité la Casa dos Bicos donde está la fundación que lleva su nombre y el árbol donde se enterraron sus cenizas. Y me habría gustado toparme con su Pilar. Y tengo una taza roja, con su firma en blanco, donde tomo té todos los días. Y cuando leí La caverna, recién empezadito este siglo, pensé y dije que no se podía cambiar de siglo y menos de milenio sin leer a Saramago. Y lo vi en un documental, cuyo nombre no recuerdo, sobre la vista (o los ojos). Tengo pendiente ver "José e Pilar" (aquí se puede). Y a mis alumnos de 3o de secundario año tras año les receto el Ensayo sobre la ceguera y lo leen y les gusta y les perturba y les conmueve. Y a mi comadre también la hicimos adicta a Saramago, Adrián y yo.


Todos los nombres encabeza mi lista de libros para releer. Llegaré. Algún día. Pronto. Espero.

2 comentarios:

  1. Jajaja, lo mío también. Pero a mi me enamoró en una charla que dio en Oviedo en el 96, dos años antes del Nobel, y que tituló con un verso de Pessoa: «Somos cuentos de cuentos contando cuentos, nada».

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