domingo, 23 de diciembre de 2018

Impresiones de viaje 2


Yo he estado en Barcelona seis veces a lo largo de 38 años (entre mis 17 y mis 55).

La primera vez venía de Madrid, una de las ciudades favoritas de mi padre. Pero yo me enamoré de la capital catalana. Y dejé mi primer trozo de corazón allá. (De esta visita, destacan especialmente el Parque Güell [cuando se podía visitar sin pagar], el Tibidabo, la Sagrada Familia [cuando solo tenía una  fachada], las Ramblas [las de mi primera vez, como todo lo demás] y una botellita de vidrio con arena de colores haciendo un paisaje, que acabó finalmente con arena del Cantábrico color arena.)

Volví tres años después, a mis 20, en dos momentos: primero acompañada por una amiga y después, sola, cuando ella ya se había regresado a México. Entonces reiteré mi amor por la ciudad condal. Y dejé otro trozo de corazón allá. (La Estación de Francia [desde donde zarpaba el tren nocturno a Madrid], las golondrinas en el puerto [viejo], el Cine Casablanca [hoy desaparecido] son algunos de los sitios que han permanecido en mi memoria.)

Regresé 12 años más tarde, a mis 32. Casada. Feliz. A una exposición de pintura de mi entonces marido. Mi corazón parecía haberse completado de otro modo y Barcelona fue entonces más un telón de fondo. Hermosa. Querida. Pero más lejana. (De esta visita, destacan en mi memoria el Parque de la Ciudadela, la Plaza Real y el camino a Montjuich.)

Transcurrirían casi 20 años más, cuando regresé, a mis 51. Unos cuantos días nada más. Feliz. Otra vez. A recuperar los trozos perdidos de corazón. Creí. (De esta ocasión, destacan la Estación de Sants [desde donde zarpa el AVE a Madrid], la Plaza Real [otra vez] y el Barrio de Gràcia.)

Y cuatro años y medio más tarde, volví. Otra vez. A Barcelona. En AVE, desde Atocha y llegué a Sants. Hace tan solo unos cuanto días. A mis 55. (Y pude ver que mi corazón está completo como está...)

Y me encontré con otra Barcelona. Invernal. (Antes había estado en primavera o en verano.) Pero además del invierno, de los colores oscuros (chaquetas negras, o grises, o marrones, pero mayormente negras) y de la noche que llega tan pronto, sentí a Barcelona triste. O sentí tristeza en Barcelona. En la gente. En las calles. En el aire. "La ciudad está de bajón", me confirmó alguien.

Y esa tristeza me tocó el corazón.

Pero tampoco fue lo único.
Hubo más.
Mucho más.
Que irá saliendo de a poco.
Como esta imagen de la Catedral del Mar.
Asomándose al final de una callejuela de la Ciutat Vella.






2 comentarios:

  1. Se hace camino al andar, con todo lo que se suma. Abrazos

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    1. Al andar se hace camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar... (Así la vida, amiga.)

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